También políticos tan cercanos al líder norcoreano, Kim Jong-un, como su propia hermana, Kim Yo-jong, quien actualmente desempeña el cargo de Directora del Departamento de Propaganda y Agitación del partido gobernante norcoreano, y el presidente de la Junta Directiva de la Asamblea Suprema del Pueblo, Kim Yong-nam. Un importante paso que puede convertirse en una pista de hacia dónde pueden evolucionar ambas naciones.
"Me gustaría verlo en Pyongyang a corto plazo. Si se reúne con el presidente Kim Jong-un y mantienen un intercambio de opiniones sobre toda una serie de temas, la relación entre el Norte y el Sur puede mejorar tan rápido que el día de ayer se antojará lejano", dijo Kim Yo-jong dirigiéndose al presidente surcoreano, Moon Jae-in.
A su vez, el embajador de la República de Corea en Moscú, Woo Yoon-keun, reconoció que el hecho de que Corea del Norte participe en los JJOO está cargado de significado.
"Es evidente que la participación de Corea del Norte en los Juegos es importante. Permitirá que las relaciones entre el sur y el norte mejoren y marcará el inicio de la solución al problema con el armamento nuclear de Corea del Norte. El Gobierno surcoreano parte desde la premisa de que se hace indispensable dialogar entre el sur y el norte (…) Al aceptar participar en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018, Corea del Norte se ha alejado de los misiles y ha pasado a apoyar la idea de un diálogo entre ambas Coreas. Es una buena señal".
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Por primera vez, Pyongyang tiene algo que ofrecer a su vecino del sur: armas nucleares y medios móviles para transportarlas, advierte Sokolov. La conjunción del potencial económico del sur con el potencial nuclear del norte tiene el potencial de convertir a ambas Coreas en dos potencias mundiales y de garantizarles su soberanía.
"Sin ninguna duda, la perspectiva de una 'Gran Corea' no es un tema que deba ser tratado en estos momentos, pero en el sur a muchos les gusta la idea", asegura Sokolov.
Una Corea no falta de problemas
Sin embargo, para llegar a ella habría que sortear muchos problemas, advierte. El primero de ellos, el miedo. Y con muchos participantes de por medio. Y es que la pesadilla sería, para Corea del Sur, comenzar a recibir ingentes masas de norcoreanos emigrando a su territorio, igual que ocurrió tras la caída, en 1989, del muro de Berlín, cuando muchos se pasaron del lado oriental al occidental.
El miedo llegaría, también, hasta el otro lado del Atlántico. Estados Unidos tiene como aliado a Corea del Sur. "¿Qué pasaría con esa alianza?", se pregunta Sokolov.
"Los estadounidenses saben que cuando surge la amistad entre el perro y el gato, significa que se avecinan problemas para el cocinero".
Tampoco los vecinos de la península coreana se alegrarán mucho de saber que a sus puertas ha surgido una potencia unida, potente y, encima, nuclear, añade.