En su artículo para The National Interest, el autor apunta que el despliegue del sistema estadounidense de defensa aérea THAAD en Corea del Sur "ha sido acompañado de una retórica" que proclama el fin de la "paciencia estratégica" y promete "presión máxima".
"Pero esta escalada de EEUU es estratégicamente poco sólida y descarta su propio interés en mantener el statu quo en la península", profundiza.
Aspecto histórico
En general, la disuasión es el intento de prevenir un comportamiento desfavorable al convencer al actor que contempla tal acción de que el costo excederá el beneficio, explica Brodie.
En 1948, Corea del Norte ya había obtenido una ayuda militar de la Unión Soviética que le daba una superioridad sobre el vecino sureño. En aquel momento el presidente surcoreano Syngman Rhee, pidió ayuda a EEUU, pero Washington le dirigió a la ONU para resolver el asunto.
El líder norcoreano, Kim Il-sung, por su parte, "envalentonado por la asistencia soviética pero ansioso por las ambiciones de unificación de Rhee", ya se daba cuenta de que no podía esperar hasta que se produjera un colapso de Corea del Sur antes de atacar.
"Esta exigencia fue reflejada por Rhee, quien creía que los columnistas invadirían su país antes de que pudiera retener el control político completo", prosigue Brodie.
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Para poner fin al conflicto, en 1953 fue firmado el Acuerdo de Armisticio de Corea, en el marco del cual la mediación de la situación en la región fue asumida por varias potencias extranjeras.
"La lucha intracoreana —ahora congelada pero no resuelta— fue incluida en el sistema de la Guerra Fría de la competencia entre EEUU, la URSS y la República Popular de China", detalla Brodie.
Dilema de disuasión
Así, el equilibrio impuesto desde el extranjero silenció las señales que ordenaban canibalizarse a los dos países.
Este despliegue colocó a Corea del Sur bajo el paraguas nuclear estadounidense, menoscabando la capacidad disuasoria de Corea del Norte. Sin embargo, después de enterarse del programa nuclear clandestino de Seúl a finales de la década de 1970, Kim Il-sung empezó a considerar que la adquisición de sus propias armas nucleares era necesaria para la supervivencia del Estado.
"Claramente, la escalada política y militar en la península no creó disuasión, sino perpetuó la inseguridad y provocó el conflicto", explica Brodie.
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La escalada más aguda no genera disuasión cuando los adversarios no comprenden los temores por seguridad de su oponente. Al caracterizar su participación en el conflicto como defensa del "Estado de derecho" contra un país comunista "criminal", Washington "no logró darse cuenta de cómo su involucración podría ser lanzada dentro de la lucha localizada" de las dos Corea.
Statu quo
"[EEUU] no logró entender que los temores por seguridad de Pyongyang todavía pueden estar vinculados a los conflictos ideológicos y de unificación que sustentaron el dilema de seguridad de la Guerra Fría", sostiene Brodie.
Además, todas las partes involucradas en el conflicto no distinguen entre conductas defensivas y ofensivas. La beligerancia nuclear de Corea del Norte no es una beligerancia ofensiva, a juicio del autor. Es un "intento equivocado de mostrar determinación, provocado por su vulnerabilidad ante las fuerzas convencionales de EEUU y Corea del Sur".
"Las pruebas nucleares de Corea del Norte y las amenazas de atacar a los buques de EEUU simplemente refuerzan la opinión de Washington de que Corea del Norte es un agresor que amenaza la seguridad regional", afirma.
Las declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, representan un intento de cambiar el rumbo de la política en Corea del Norte, lo cual "demuestra una subvaloración del status quo". En otras palabras, la estabilidad regional sigue dependiendo de una península coreana estable, aunque dividida. Hasta que se alcance la desnuclearización o un tratado de paz, el statu quo debe permanecer intacto, enfatiza Brodie.
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Sin embargo, la Administración de Trump parece no tomar en serio la escalada en la península de Corea, a la luz del fracaso histórica de la disuasión regional.
"Si los políticos de ambas partes hacen caso omiso a los temores que motivan a sus rivales en el dilema coreano de seguridad, se enfrentarán a una dinámica que puede producir conflictos armados y nucleares", concluye.