La coordinadora del Centro de Estudios de Arte Popular Ruth Lechuga, del Museo Franz Mayer, dio en Toronto dos charlas sobre la tradición del rebozo mexicano en el Museo de Textiles de Canadá, donde se realiza una exposición de textiles de Latinoamérica.
En su charla en inglés, titulada "De un pasado incierto a un futuro incierto, el rebozo ikat de México", se refirió al "enigma" del origen del rebozo mexicano, que pudo basarse en manteles o chales que trajeron los conquistadores, aunque se sabe que en la época prehispánica se le conocía como "mamalli" o "mamatl".
Después de extenderse el uso del rebozo y el sarape a todas las clases sociales en los siglos XIX y XX, los rebozos de algodón, rayón, seda y lana comenzaron a perder popularidad, y a principios del siglo XXI han cerrado muchos talleres en lugares como Michoacán, Puebla, Guanajuato, Oaxaca y Estado de México.
Ejemplificó que en Tenancingo, Estado de México, había 240 talleres de rebozos en los años treinta y ahora sólo hay 38; en Moroleón, Guanajuato, de los tres talleres que había uno acaba de perder a sus tejedores, todos se jubilaron al mismo tiempo; en La Piedad, Michoacán, se han mantenido cuatro talleres pero no hay jóvenes tejedores.
En su opinión, "hay mucha atención sobre el arte indígena, pero este arte mestizo, como el rebozo y el sarape, se está olvidando".
Lo que tiene un poco más de posibilidades, añadió, es el telar de cintura, de uno en uno, porque la ganancia va más de acuerdo con el esfuerzo, pero el artesano debe ser innovador en diseño y color, saber cómo venderse.
La antropóloga pidió a las autoridades "corroborar mi diagnóstico" y verificar si efectivamente hay un riesgo de desaparición del rebozo y después evaluar el tamaño del riesgo de cada taller y apoyarlos de acuerdo a sus necesidades.
"Estos talleres son muy chiquitos para créditos para Nafin y muy grandes para Fonart, necesitamos algo en medio", precisó la promotora de estas prendas, quien pidió mayor apoyo para que no se cierren más talleres de tejido de rebozos y sarapes.
Algo que también puede ayudar, afirmó, es continuar la promoción del producto para que se venda más y a mejor precio.
Turok, quien también ha venido a hablar del tema al Royal Ontario Museum de Toronto, resumió que el esfuerzo debe ser de sociedad y autoridad para apoyar a los artesanos y promover que se sigan haciendo y usando los rebozos.