"Esto se aprende desde que la mamá nos está arrullando en la hamaca, vemos como mueven las manos como empiezan a tejer y te dicen, ahí está tu cogollo, teje", resaltó la virtuosa en la elaboración de estas piezas, Milagro Uc Cauich.
A dos horas de la ciudad de Campeche, en el parador artesanal de la localidad de Bécal, ubicado en la carretera federal Campeche-Mérida, un grupo de 12 mujeres dedican sus días a elaborar los elegantes sombreros de jipijapa, oficio que sus familias han mantenido latente por generaciones.
"Esta es una labor de tradición, yo me acuerdo de mi abuelo que realizaba los sombreros, luego vi a mis papás, seguí yo y ahorita vienen mis hijos", expresó a Notimex Milagros.
Así, el corazón de estos elegantes accesorios, será la palmera de paja-toquilla cuando esta es apenas un cogollo (brote). Con ella las artesanas crearán además de los sombreros, una amplia variedad de artículos como bolsas, llaveros, aretes y collares.
Con una precisión milimétrica y auxiliada por un palillo de madera, María Rosaura Uc Cavich separa cada una de las finas hebras del brote, en dos, tres y hasta cuatro partes dependiendo del sombrero que se quiera tejer. Entre más "partidas" tenga el cogollo, más laborioso y caro será el producto final.
"La importancia del rayado es que si se hace bien, saldrá una buena calidad del terminado y del sombrero", describió al tiempo que mencionó que los precios de los sombreros pueden oscilar entre 80 hasta dos mil pesos.
Una vez realizado esto, toca el turno del blanqueado de la fibra, que en esta ocasión le corresponde a otra integrante del grupo, Dulce María, quien tiene más de 15 años dedicándose a realizar esta labor.
"Ya que rayaron el cogollo lo metemos al cajón (cuarto) ahí lo estiramos en unas maderas y lo metemos a cocinar durante tres horas en azufre que ponemos en un rincón.
"Ya que se cocinó, se pone al sol, se deja 15 minutos de cada lado para que quede blanco, terminado ese tiempo, los extendemos en unas sogas para que les de otro rato el sol, así esta tres días y después se vuelve a meter al cajón para cocinarlo tres horas para que termine el proceso de blanqueado", dijo.
"Actualmente no muchas personas saben blanquear el cogollo, entonces es un orgullo que mi mamá me haya enseñado y que siga prevaleciendo. Esto es algo que viene de nuestras raíces y pues me hace sentir muy bien ser becaleña y trabajarlo", describió.
Posteriormente, el proceso continúa con el entintado del brote, para lo cual se utilizarán colores naturales o artificiales. Entre los colores naturales que se obtienen de plantas especiales está el color mostaza, el rosa palo y el café.
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Resguardadas dentro de una fresca y silenciosa cueva artificial, Milagro y María del Carmen Tzuc, han comenzado con el proceso del tejido del cogollo, el cual tiene la particularidad de realizarse en las profundidades de la tierra.
"Es necesario ocupar la cueva para que el material pueda estar hidratado y pueda tener la flexibilidad que necesitamos para mantenerlo hidratado, de lo contrario estaría muy tosco, muy quebradizo", explicó la artesana Milagro mientras señaló que el tejido les lleva entre dos a 12 horas dependiendo de la complejidad del entrelazado.
Acompañando a estas dos mujeres, se encuentra la pequeña Luceli del Carmen Chan, quien sentada en un banquito de madera, muestra la atracción inevitable que provoca la elaboración de los sombreros.
Su mirada es fija y seria. De vez en cuando esboza una sonrisa, pues su concentración absoluta está destinada a observar las finas tiras color palo de rosa del cogollo que está tejiendo su abuelita, María del Carmen.
"Casi siempre está aquí con nosotros, le gusta mucho esto, de hecho ya hizo su primera pulserita y siempre me está diciendo que quiere ayuda", narró María del Carmen Tzuc.
"Mis hijos desde chicos aprendieron, porque regresaban de la escuela y los ponía a realizarlos, les daba un lapso para hacer su tarea porque a veces hasta por las noches teníamos que trabajar, porque del trabajo que hago con ellos, depende el sostenimiento de nuestro hogar", dijo.
Por su parte, la carismática Nelci Beatriz Cruz explicó que una vez que se concluye el tejido del sombrero, este pasa a una prensa caliente de metal para darle la forma final, la cual puede ser estilo pachuco, australiano, cubano, entre otros.
"No me gusta usar el sombrero", expreso divertida y apenada Nelci. Sin embargo, reconoció que su oficio le apasiona y le dedica todo su tiempo y cariño, pues desde pequeña aprendió a amar el silencio de la cueva y la imagen pulcra de un sombrero de jipijapa terminado.