Censo entre los instalados en centros de acogida para discernir entre inmigrantes económicos y aspirantes al asilo político, reducción del tiempo de estudio de cada dosier, procedimiento de expulsión rápida para los rechazados… El presidente galo, Emmanuel Macron, dice tenerlo claro: "El humanismo sin la eficacia no son más que bellas palabras".
En un país donde la voz de los intelectuales cuenta también, al menos en la esfera mediática, algunos, como el escritor Jean-Marie Gustave Le Clezio, denuncian en el semanario L'Obs "una falta de humanidad insoportable".
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Esa misma publicación, ejemplo de la izquierda chic, o izquierda de salón, portavoz de los "bobos", "burgueses-bohemios", ha despertado la estupefacción del Gobierno y de algunos de sus lectores con una portada donde el rostro del presidente Macron aparece entre alambre de espino, bajo el titular 'Bienvenido al país de los derechos humanos'.
Para el mandatario, "hay mucha confusión entre los intelectuales; Francia no es un país cerrado", dice, "pero estamos haciendo frente a olas migratorias inéditas desde el final de la Segunda Guerra Mundial".
A Macron, en el fondo, la opinión de ciertos intelectuales de la 'gauche caviar' le importa bastante menos que la de los parlamentarios de su propio grupo político. El hasta ahora monolítico partido macroniano La Republique En Marche (LREM) puede presentar algunas fisuras profundas por la reacción de los 'humanitaristas' dentro de la organización.
¿La primera crisis de Macron?
Hasta ahora, esa mezcla de centroderechistas e izquierdistas moderados que conforman LREM había cerrado filas sin voces disonantes, incluso ante la controvertida nueva ley laboral aprobada hace poco tiempo frente a la oposición sindical. Pero si en LREM el llamado social-liberalismo es unánime, cuando se toca el asunto de la inmigración o el derecho de asilo algunas voces ponen el grito en el cielo, quizá precisamente para compensar el abandono de posiciones más a la izquierda en asuntos socioeconómicos.
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En la moribunda oposición de izquierda algunos se frotan las manos esperando una primera rebelión interna contra el presidente Macron. Los socialistas sueñan, incluso, con la aparición de un grupo de disidentes como los llamados 'frondeurs', que debió soportar dentro del Partido Socialista (PSF) el expresidente François Hollande. Pero ni Macron es Hollande, ni LREM es el PSF. El jefe del Estado tiene más de un mes para aplacar a los revoltosos antes de la presentación del proyecto ante los legisladores.
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En el año 2017, más de 100.000 personas pidieron cobijo oficial en Francia. De ellos, el Gobierno calcula que solo unos 13.000 son auténticos aspirantes al asilo por razones de persecución política, religiosa o sexual. Las estructuras de acogida están desbordadas. Más de 15.000 inmigrantes viven en hoteles sufragados por dinero público. El gasto anual en acogida se cifra en 3.500 millones de euros.
Emmanuel Macron sabe también que su reforma es apoyada por la opinión pública. Los ejemplos de la llamada Jungla de Calais —solo un ejemplo entre muchos— de campamento salvaje donde se hacinaban inmigrantes esperando pasar al Reino Unido, o las acampadas improvisadas en algunos barrios de París u otras ciudades, carentes de las mínimas condiciones higiénicas y sanitarias, tienen más impacto que cualquier declaración de grupos considerados xenófobos.
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Las organizaciones dedicadas a la ayuda a los inmigrantes piensan presentar un recurso ante el Consejo de Estado. El responsable de una de las más conocidas, la Cimade (Comité Inter Movimientos para los evacuados), cuyo nacimiento data de 1939, denuncia que el plan del Gobierno está centrado más en el control, en hacer la selección entre personas y en la voluntad de expulsar, que en la acogida.
Adiós al 'Refugees Welcome'
Francia se une pues a la tendencia actual en Europa: el realismo —para unos— o la firmeza —para otros—. Acaba el 'Refugees Welcome'. Alemania, la principal responsable de la ola migratoria que colapsó Europa en 2015, ya ha hecho saber que el 'Willkommen' también ha expirado.
Las soluciones se buscan ahora en la ayuda financiera a los países originarios de la emigración o de las regiones de paso. En su primera reunión de 2018, los gobernantes del sur de Europa (Grecia, Chipre, Malta, España, Portugal y Francia) abordaron el asunto de la emigración y, en concreto, las peticiones de ayuda de países como Grecia e Italia, hacia donde las redes de traficantes de refugiados encaminan a sus clientes-víctimas.
Día Mundial de los #Refugiados: una huida por la supervivencia https://t.co/kuhVhzLjf1 pic.twitter.com/u4RebB06sg
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 20 июня 2017 г.
Italia, por ejemplo, alcanzó hace meses un acuerdo con las autoridades libias para frenar el tráfico clandestino desde ese país. El convenio fue criticado también por las organizaciones humanitarias, pero sirve para disminuir el flujo de llegadas. En cuatro años, Italia ha acogido a 460.000 candidatos al asilo.
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Italia, además, ha enviado a Níger 478 paracaidistas para formar a militares y gendarmes del país en la lucha contra las mafias que controlan la explotación de los migrantes. Francia, por su parte, financia una fuerza panafricana de 5.000 soldados para vigilar las rutas de la inmigración.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK