Las fuertes protestas se extendieron por cuatro ciudades importantes iraníes —Mashad, Teherán, Isfahán y Rasht— y reclaman mejoras en la situación económica del país.
Las protestas se iniciaron como una acción social contra la adversa situación económica, pero rápidamente evolucionaron en un desacuerdo con las autoridades del país.
"De hecho, el Gobierno actual de Hasán Rohaní ha logrado mucho en el ámbito económico. Sobre todo, fue uno de los promotores del acuerdo nuclear [que llevó al levantamiento de muchas de las sanciones contra el país]", recordó Vladímir Sazhin, investigador superior del Instituto de Estudios Orientales de la Academia de Ciencias de Rusia.
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Otro lado del problema son las controversias ideológicas entre las autoridades conservadoras y la capa cultivada de la sociedad iraní.
"La población de las ciudades en Irán es culta, usa internet, habla inglés. Y la juventud iraní, que representa un 70% de la nación, quiere una vida 'normal': escuchar música, ir andando tranquilamente por la calle de la mano de su pareja", explica Sazhin.
A esos dos factores se suma la contienda interna en Irán entre el presidente Rohaní, que representa el bloque de los reformadores liberales, y los conservadores que abogan por mantener un alto nivel de islamización, previsto por el fundador de la República Islámica, el ayatolá Homeini.
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El experto no cree que la situación culmine en un 'cambio de régimen' en Irán: aunque a la población urbana no le gusta la presión islámica, "los mítines no han sido lo suficiente numerosos" para derrocar el Gobierno.
"Pero en la política del país, existe una posibilidad de cambios importantes: los reformadores pueden usar las protestas como pretexto para intensificar reformas mientras los conservadores podrían optar por un endurecimiento aún mayor del control", afirma el investigador.
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