Una de las posibles opciones que podría actuar en cierta medida de manera más efectiva es el sistema antimisiles GMD —Ground-Based Midcourse Defense—, que protege al territorio continental de Estados Unidos.
El autor enfatizó que el SM-3 está destinado a luchar contra misiles de alcance medio e intermedio. Sin embargo, el SM-3 Mark IIA tiene una velocidad máxima que es doble de la del THAAD y alcanza 15 Mach —más de 18.500 km/h—. Al mismo tiempo, la modificación Mark IIA cuenta con un alcance significativamente mayor, que se cifra en 2.500 kilómetros.
Varias decenas de buques del sistema Aegis equipados con los misiles Block IIA ya están en servicio, no obstante sus cantidades todavía no son suficientes para proteger las flotillas de la Armada en el ultramar.
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En este sentido el SM-3 solo aumentaría las capacidades defensivas del GMD, pero no proporcionaría una protección adicional en la fase terminal de un ataque con misiles enemigos. Al mismo tiempo, el columnista subraya que el SM-3 es más adecuado para interceptar los ICMB que el THAAD.
El Pentágono incluso puede proponer una alternativa más a los dos sistemas antimisiles mencionados: son los cazas furtivos equipados con misiles aire-aire AIM-120D que podrían derribar los proyectiles enemigos en la etapa inicial de su vuelo, aunque esta idea resulta ser poco práctica a causa de varias razones. El autor también predijo que los drones equipados con láseres desarrollados podrían realizar esta tarea de manera más efectiva en el futuro.
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Si bien el THAAD en ciertas circunstancias podría vencer a un misil balístico intercontinental, el análisis existente no confirma la suposición de que esta arma fuera efectiva en este rol. Es más, incluso los sistemas especialmente diseñados para interceptar los ICBM a menudo fallan en sus pruebas, concluyó Roblin.