Gracias en gran parte a la industria del cine, la televisión y los videojuegos, la conciencia popular de las personas del hemisferio occidental asocia el AK-47 con terroristas tiránicos, depravados carteles de la droga y rabiosos rebeldes. Mientras tanto, en los países emergentes de África, Oriente Medio y Asia, este fusil es uno de los símbolos de la lucha contra el opresor y prueba irrefutable de la primacía del ingenio humano ante la superioridad tecnológica del enemigo. El propio Mijaíl Kaláshnikov afirmaba que su fusil era una herramienta de liberación.
Originalmente construido para el Ejército Rojo como una herramienta para defender los logros del comunismo, a día de hoy el AK-47 supera aproximadamente los 75 millones de ejemplares en circulación, producidos por unas 100 naciones. Esto supone un 15% de todas las armas de mano en servicio.
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Para comprender mejor qué hizo del AK-47 el arma más popular del mundo, debemos repasar el contexto en el que fue diseñada.
Arma de liberación
Justo después de la invasión nazi a la URSS, el sargento Mijaíl Kaláshnikov incorporó las lecciones de la Segunda Guerra Mundial aprendidas en carne propia en su nueva creación. Su objetivo era diseñar un arma que combinase el poder de un rifle, con la simplicidad y portabilidad de una pistola. Su fusil recibió el nombre de AK-47 (fusil Automático de Kaláshnikov modelo 1947).
A diferencia de los cartuchos de gran calibre, comunes para la época, los de calibre intermedio eran más ligeros, más fáciles de disparar, cambiar y permitían a las tropas transportar mayor cantidad de municiones. El resultado final —el AK-47— permitió a los soviéticos cerrar la brecha de capacidad entre las diferentes armas que usaron con más frecuencia durante la guerra, como el PPSh con alta cadencia de fuego pero calibre de pistola, o el Mosin-Nagant, de mayor calibre pero con acción de cerrojo.
El rifle AK-47 combinaba todas las condiciones que le asegurarían un lugar en el olimpo como arma más popular del mundo: era resistente a todo tipo de condiciones, fácil y económico de armar, sencillo de usar y fiable en combate.
El rifle demostró su eficacia por primera vez a gran escala durante la guerra de Vietnam. Los soldados estadounidenses fueron los primeros en conocer su efectividad de primera mano, cuando se percataron de que tenían poco que contrarrestar en combate a simples agricultores armados con el AK-47. Washington se tomaría en serio esta experiencia y diseñaría el AR-15 (que serviría de base para el futuro M-16) teniendo en mente las lecciones aprendidas en Vietnam. Fue así como EEUU terminó también armando a su infantería con fusiles de mediano calibre, diciendo adiós a los M-14 como rifle estándar de infantería.
A lo largo de la Guerra Fría, el AK-47 le proporcionó a las clases explotadas del mundo un instrumento accesible y eficaz para igualar las posibilidades de combate contra países más capacitados tecnológicamente. El internacionalismo de Moscú y la simplicidad del diseño del AK hicieron que los rifles pudiesen producirse casi en cualquier país.
Un ejemplo del alcance global del AK se pudo ver en la década de los 80 en El Salvador, descrito en el libro 'The Gun' del premio Pulitzer C.J. Chivers, una meticulosa historia del rifle y su impacto en el conflicto. Las fuerzas gubernamentales que luchaban contra los guerrilleros comunistas encontraban eventualmente en manos de los rebeldes variantes del AK de Corea del Norte, Alemania Oriental y Yugoslavia, con municiones provenientes de Cuba. Esta red de suministro demostró que el modelo soviético de exportación de armas pequeñas a las naciones socialistas de todo el mundo funcionaba.
Instrumento en manos equivocadas
Esta extensa red de producción de los AK desempeñó su papel amargo contra la URSS en los tiempos de la guerra en Afganistán. Cuando las tropas del Ejército Rojo entraron en el país vecino a petición de su Gobierno secular, se enfrentaron con fuerzas insurgentes armadas con anticuados rifles Boer de la época colonial. No obstante, la CIA, los saudíes y otros grupos que tenían interés en ver a los soviéticos fracasar proporcionarían a los muyahidines un constante flujo de armas, entre las cuales el propio AK-47 ocuparía un papel central. Más tarde, esos grupos fundamentalistas integrarían lo que hoy se conoce como el movimiento Talibán y la organización terrorista Al Qaeda.
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El fin de la Guerra Fría no terminó con la expansión del AK entre grupos radicalizados, sino más bien al contrario. Con la desintegración de la Unión Soviética, Ucrania se convertiría en uno de los mayores suministradores de armas para el mercado negro global. De los almacenes ucranianos se equipaban todo tipo de grupos rebeldes de Sudán, Mali, Líbano, Somalia, Yemen y, más recientemente, Libia, Siria e Irak. En todos estos casos, los AK también serían el arma con mayor demanda.