Las nanopartículas de un tamaño inferior a una diezmilésima del grosor del cabello humano —los llamados puntos cuánticos— han revolucionado el diagnóstico médico y la farmacología. La Universidad Nacional de Investigaciones Nucleares de Moscú, MEPhI, lleva a cabo estudios intensos de las posibilidades de emplear puntos cuánticos en el ámbito de la biomedicina.
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Los puntos cuánticos se descubrieron en los años 50 del siglo XX y, durante bastante tiempo, fueron un objeto pasivo del estudio de los físicos. Posteriormente, los químicos lograron sintetizar puntos cuánticos 'a la carta', de un tamaño y, por ende, propiedades físicas determinadas. Pero la biología y la medicina comenzaron a utilizar puntos cuánticos solo después de que se hallara el modo de hacerlos solubles en agua y líquidos biológicos, así como de controlar su tamaño, es decir de programar sus propiedades físicas aún durante el proceso de creación.
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El principal problema que tienen la mayoría de las nanopartículas a la hora de ser inyectadas en el cuerpo humano es su toxicidad para las células vivas, y no solo se trata de algún elemento químico que las integra. Se trata de la nanotoxicidad. Las nanopartículas son de un tamaño muy pequeño similar al de una molécula biológica. Al nanocristal se le adhieren proteínas humanas que se ponen del revés, lo que provoca una fuerte respuesta del sistema inmunitario, que intenta destruir las proteínas 'intrusas'.
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Cabe destacar que los puntos cuánticos ya están dejando atrás la fase de estudio: a base de nanocristales se desarrollan activamente dispositivos concretos que se pueden emplear en la práctica. En la Universidad MEPhI se está creando ahora una serie de dispositivos capaces de detectar simultáneamente un gran número de patógenos que podrán identificar distintas infecciones solo a partir de una muestra de aire. La fabricación de varios prototipos de estos dispositivos está prevista para los años 2019 y 2020.