"Por mi parte estoy esperanzada", comentó a Sputnik Fernanda Valacco, esposa del cabo principal Cristian Ibáñez, uno de los 44 marinos embarcado en el submarino.
Aunque Valacco vive en esta ciudad balnearia, hasta ahora no había podido acercarse al comando naval, pues está a cargo de cuidar a su hija Elisa, de 9 años de edad.
Está casada con el cabo Ibáñez desde hace trece años, por eso se muestra convencida de su destreza para lidiar con este tipo de situaciones.
Todos los tripulantes "saben, están capacitados para estar en el submarino, les han dado cursos intensivos", relata la mujer.
"En el momento en que haya emergencias, ellos están capacitados para resolver, saben cómo hacer", añade a esta agencia Valacco.
Sin aspavientos, con la mirada tranquila y la voz firme, la mujer asegura que su marido "puede soportar emocionalmente" la situación, al ser "la persona más tranquila que conozco".
"Sabe qué es lo que tiene que hacer, cómo y dónde estar en el submarino", pues de lo contrario, advierte, "saben que no van a encontrarlo".
Oraciones de consuelo
Hasta la Base Naval, el apostadero habitual del submarino San Juan, cuyo atraco se esperaba entre el domingo y el lunes pasado, llega también un grupo de oración de unas 150 personas, entre los que se hallan varios niños, y rezan el rosario.
Una de ellas es la esposa de Daniel Lazarte, embarcado en la corbeta Granville de la Armada argentina que zarpó el pasado 6 de noviembre y que en la actualidad interviene en las tareas de rescate.
"Espero su vuelta para el 27 de noviembre, pero ahora ya no sé si va a regresar", dice emocionada.
En el grupo de rezo se encuentran además varias madres del colegio concertado Sagrada Familia, donde asisten los hijos de al menos cuatro padres embarcados en el San Juan.
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"Las mamás pidieron en grupo de padres que se vinieran con las familias a rezar, porque al menos cuatro padres están en el submarino", cuenta a esta agencia una de las madres de la escuela, Elisa.
Su padre pertenece también a las Fuerzas Armadas, en concreto al Ejército, así que la desaparición del submarino sensibiliza a toda la familia.
Lo da a entender su madre, Rita, al deslizar que no da por cierto que el sumergible estuviese "en condiciones para navegar".
"Dios quiere que se encuentren con vida, porque a medida que pasan las horas, falta el oxígeno", advierte.
Este miércoles, 22 de noviembre, es considerado un día clave porque el buque puede aguantar siete días sin renovar el aire de la embarcación, y se cumple una semana desde que se comunicó por última vez, para lo cual debe subir casi a superficie para buscar la señal.
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El pasado miércoles la embarcación señaló que se encontraba a 430 kilómetros mar adentro a la altura de la península de Valdés (sureste), tras haber zarpado desde la ciudad austral de Ushuaia con destino a Mar del Plata.