En este caso son publicados bajo la sugerente etiqueta de Paradise Papers. Pero eso es anecdótico, y sólo sirve para darle color, y acaso una suerte de descripción de las geografías de donde provienen, y con las que se asocia ese sustantivo.
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El método y procedimiento no es el único punto en común que tiene esta filtración con la de los Panama Papers: en ambas, lo primero que hicieron los medios elegidos para trabajar con ellos para hacer la criba antes de su publicación, fue esmerarse otra vez, en intentar vincular cualquier cuestión presuntamente oscura, con el presidente de Rusia Vladímir Putin. Casi como si se tratara de un encargo. Y el resultado fue el mismo, fracasaron, porque no hay nada.
Las mentes imaginativas, cuyos artículos periodísticos de investigación tienen mucho de guion cinematográfico, intentan forzar al máximo una situación que no existe. Como dice un viejo refrán, un litro, entra en un litro. Y no hay más.
En este punto, nuevamente, no se puede dejar pasar por alto que el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, que ostenta un rol fundamental en todo esto, tiene su sede en Washington DC, a menos de 150 kilómetros de uno de los paraísos fiscales más importantes de EEUU: Delaware.
Es extraño que de los casi 30 millones de documentos que se filtraron en unos cuántos meses, no haya sido filtrado ninguno de Delaware, ni de Nevada, ni de Wyoming, paraísos fiscales de EEUU, mucho más cercanos que el resto de Washington DC, por más que pueda argumentarse que en cuestiones de informática, las distancias geográficas no cuentan.
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En el paraíso justamente deben estar sintiéndose esos paraísos fiscales norteamericanos, que tienen la "pantalla" a través de las cuales cómodamente instalados miran cómo se va desarrollando el espectáculo, muy cerca de sus sedes.
El mensaje es claro. Ya lo avisaba Bloomberg en febrero de 2016, cuando los Panama Papers aún no habían sido publicados, pero sí ya estaban siendo investigados previo a su "lanzamiento". Así, en septiembre de 2015, escribía que "en una oficina de un bufete de abogados con vistas a la Bahía de San Francisco, el director general de Rothschild, Andrew Penney, daba una charla sobre las alternativas de los más ricos para evitar pagar impuestos".
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En la publicación inciden en que su mensaje era claro: "hoy por hoy, la mejor opción es mover su fortuna a EEUU, libre de cargas fiscales y a hurtadillas de los Gobiernos. Algunos se referían ya en aquel entonces al país norteamericano como 'la nueva Suiza'. Tras años arremetiendo contra otros países por ayudar a los estadounidenses más acaudalados a esconder su dinero, EEUU emerge como un paraíso fiscal de primer orden para los extranjeros adinerados".
En este sentido, el economista José Luis Carretero Miramar, miembro del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión, hace su interpretación. Para él, esto "forma parte de la cultura de 'lo que se puede decir y lo que no se puede decir' en el marco de los grandes grupos periodísticos".
"Claramente en el mundo de la comunicación hay unas grandes empresas internacionales, globales, grandes gigantes que dominan periódicos en numerosos países, que dominan grandes grupos de comunicación que obligan o mantienen a los profesionales en un mundo de sobreentendidos, de límites que nos se pueden traspasar, y de situaciones que además la precariedad de la propia profesión periodística impone determinados límites", concluye el José Luis Carretero Miramar.