A sus 27 años, este licenciado en Comunicación jamás ha podido salir de la Franja de Gaza y en su rostro se adivinan una frustración y una impotencia que se repiten en la mayoría de la juventud de esta región palestina.
"Dejé de navegar en internet y de ver lugares maravillosos porque era demasiado duro cuando caía en la cuenta de que yo no podía ir a ninguna parte. Me estaba deprimiendo comparar mi vida con la de otras personas en otros lugares del mundo", explica.
El bloqueo es también sinónimo de puertas cerradas. Israel concede autorizaciones de salida a cuentagotas a los gazatíes. La mayoría de los permisos son por razones humanitarias o gracias al respaldo de organizaciones internacionales.
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Al sur de la franja, la frontera con Egipto lleva cerrada meses y hay una lista de más de 30.000 palestinos que esperan a que el gobierno de El Cairo decida abrir el paso durante algunos días.
"Si pudiera iría a Paris: la ciudad de la luz. Pasearía, vería cosas que no he visto nunca salvo por internet, miraría a la gente: qué hacen, cómo viven… Solo quiero sentir cómo es una vida normal", añade Taleb.
Tras años de divisiones e intentos vanos de acercamiento, Hamas y el movimiento Fatah, del presidente palestino Mahmud Abbas intentarán esta semana enterrar sus diferencias por el bien de los palestinos y con vistas a celebrar unas elecciones generales.
El 2 de octubre, por primera vez en dos años, el primer ministro palestino, Rami Hamdallah, entrará en Gaza y celebrará allá una reunión de gobierno. El plan es que el gobierno de Abbas, único interlocutor de la comunidad internacional, retome progresivamente posesión de algunos organismos gubernamentales.
Con ello, se aspira a que las condiciones de vida de los habitantes de Gaza mejoren poco a poco, comenzando tal vez por una mayor apertura de la frontera con Egipto, país mediador en este acercamiento entre Hamas y Fatah.
Según la ONG israelí Gishá, que cita datos oficiales israelíes, en 2016, 14.000 palestinos salieron de Gaza vía Israel y este año el número será probablemente inferior. En el 2000, el número superaba el medio millón de personas.
"No confío en los políticos palestinos. Siento una gran decepción hacia todos ellos. Ninguno trabaja por el bienestar de la gente sino por su propio beneficio", explica Farah Baker, universitaria de 19 años de Gaza.
"No puedo proyectarme en el futuro, no sé qué va a pasar en Gaza: si va a estallar una nueva guerra y moriré o si las batallas políticas internas van a terminar con nosotros. Por eso planeo sólo lo que haré hoy y como máximo dentro de una semana. Así sufro menos", agrega Farah Baker.
"Los estudiantes sufrimos las consecuencias de la pésima situación que se vive en Gaza: el bloqueo israelí, la falta de electricidad, el altísimo desempleo… Esos problemas acumulados nos deprimen y nos desesperan e intentamos salir de aquí como sea. Ha habido jóvenes que se han lanzado al mar o han usado túneles clandestinos desde Gaza a Egipto. Algunos murieron en el camino, otros lo lograron", explica Osama Abu Sakran, de 20 años, estudiante de Relaciones Públicas.
Para los profesores, el desafío es contagiar entusiasmo para que los alumnos sigan formándose pese a las circunstancias.
"Intentamos inculcarles esperanza pero no es fácil. Decirles que la formación personal es lo más importante porque el ser humano puede aguantar todos los problemas mientras su mente esté despejada. La mayor autodefensa de un joven en un contexto como el de Gaza es la ciencia", afirma Salah el Sousi, ex decano de la facultad de Farmacia de Gaza.