La tensión entre Israel y sus vecinos árabes había aumentado desde la crisis del Canal de Suez en 1956 y con la aparición de guerrillas palestinas apoyadas por Siria, capaces de lanzar ataques contra Israel desde Jordania a través de Cisjordania, y se disparó en mayo de 1967.
Egipto congregó entonces a decenas de miles de soldados en el Canal de Suez, cerró los estrechos de Tirán y la entrada al mar Rojo a los barcos israelíes.
Las acciones de Egipto respondían a informaciones de la URSS sobre un gran despliegue militar israelí en sus fronteras que luego se demostraron falsas.
En 1966, Egipto había impulsado una alianza militar con Siria a la que acabaron sumándose Jordania e Irak. El 5 de junio, Israel lanzó la guerra.
La mayoría de mandos militares y miembros del Gobierno israelí opinaban que la ofensiva por sorpresa era necesaria para evitar un ataque de los árabes, que les superaban en efectivos, aviones y tanques.
El Ejército israelí tenía menos efectivos, tanques y aviones que los árabes, pero lanzó una guerra relámpago con una gran contundencia que casi anuló a sus oponentes desde el primer día, en que destruyó la aviación egipcia y tomó el Sinaí y la Franja de Gaza.
Pero sin duda, el episodio más simbólico de esta guerra que los palestinos recuerdan como la "Naksa" (el golpe) es la ocupación de Jerusalén este, parte que estaba en manos de Jordania, según el armisticio de 1949, que puso fin a la guerra del 48 entre Israel y una coalición de países árabes.
"Vivíamos al lado de la Puerta de Jafa (acceso de la ciudad vieja que da a la parte oeste de Jerusalén), cuya entrada estaba bloqueada. Recuerdo el día que vi a los primeros soldados israelís", explicó a Sputnik el armenio Harout Sandrouni, de 64 años y dueño de una de las tiendas de cerámica con mejor reputación de la ciudad vieja de Jerusalén.
Recuerda que "unos días después de la guerra, mi padre me dijo que me iba a llevar a la parte oeste de la ciudad, que yo nunca había podido visitar porque era imposible hasta entonces".
"Me dijo que íbamos a casa de unos amigos que vivían en el barrio de Rehavia. Me quedé muy parado porque no sabía que mi padre tuviera amigos israelíes. Se conocían desde antes de la creación del Estado de Israel (1948)", rememoró el ceramista armenio.
Hasta ese mismo día, el Ejército israelí no tenía claro si entraría en la ciudad vieja. El día antes, el gobierno israelí discutía esta posibilidad en una reunión cuyas transcripciones se han hecho públicas ahora.
El miembro del Gobierno que más se oponía a entrar en la ciudad vieja, Dayan, fue quien acabó ordenando a su tropa lo contrario. Tenía el permiso del primer ministro, Levi Eshkol, para decidir solo. Dayan temía que si no aceleraban "la liberación" de la ciudad vieja, un alto el fuego inminente gestado por la ONU lo impediría.
El Muro de las Lamentaciones es un lugar sagrado para los judíos por pertenecer al recinto del Segundo Templo judío, destruido por los romanos.
Los judíos no podían acceder al muro ni a la ciudad vieja de Jerusalén desde la guerra de 1948 entre israelíes y árabes.
El armisticio de 1949 dispuso que la parte oriental de Jerusalén, que incluye la ciudad vieja, y Cisjordania quedaran en manos jordanas. La zona occidental de la ciudad fue para los israelís.
Este y oeste estaban totalmente separados y ni israelís ni palestinos podían pasar al otro lado. Pero la guerra del 67 cambió esta situación.
"Nos habían preparado para luchar en el Sinaí, pero los jordanos empezaron a bombardear Jerusalén y recibimos órdenes de ir a Jerusalén. Nos dieron un briefing antes de la batalla de Ammunition Hill. Eran las 02.30 de la mañana, no había luz de luna, solo las luces de los bombardeos y miles de balas alrededor", dijo Chetz y continuó: "Éramos inferiores a los árabes, pero ganamos por nuestro espíritu, nuestro buen ánimo".
La Guerra de los Seis días provocó la euforia en Israel, incluso "la arrogancia", confesó el antiguo paracaidista.
Se estima que Egipto perdió en la guerra 11.500 soldados, Jordania casi 6.100 y Siria un millar. Israel sufrió casi 800 bajas. Miles de combatientes resultaron heridos en todos los ejércitos y se produjo un número de víctimas civiles sin determinar.
También abandonaron sus hogares unos 116.000 sirios de los Altos del Golán, territorio sirio que Israel ocupó al final de la guerra del 67.
En Jerusalén, la ofensiva provocó la expulsión de más de 650 personas del corazón de la ciudad vieja y la demolición de sus casas, que constituían el Barrio Marroquí.