"Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos" (Eduardo Galeano, 1940-2015)
Casi dos décadas después, Washington y sus 'guerreros mediáticos de la pluma' han puesto en serios aprietos a Venezuela y después, paulatinamente, a Bolivia y Ecuador. Sin embargo, este modelo sigue vivito y coleando en Nicaragua, donde se ha logrado un consenso de convivencia entre el Gobierno y los empresarios.
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Durante los 10 años en el poder, aprendió que no valía la pena pelear con Estados Unidos, la iglesia y los empresarios en esta época moderna. Entonces, como lo explica la politóloga Gloria Álvarez, "en vez de pelear con EEUU, Ortega les abre las puertas para que puedan hacer la inversión que quieran y en lugar de pelearse con la Iglesia católica, cada vez que regala una bolsa de frijoles o de arroz, mete una estampita de la virgen", lo que les agrada a los sacerdotes. También Ortega supo hacer las paces con los empresarios, convirtiéndolos en socios del Estado.
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En su intervención, Ortega explicó que en el actual "modelo de desarrollo de Nicaragua, las leyes se negocian con los empresarios y los banqueros, que antes eran tomados por sorpresa". Lo que no mencionó Ortega fue el rol de los trabajadores en la definición de las leyes nacionales, lo único que recalcó fue que en el país se logró una "unidad de empresarios, trabajadores y el Gobierno". Como retórica, esta frase suena bien, pero, en la práctica, la realidad es algo diferente y lo confirma el procurador laboral José Antonio López, al declarar que "hay contubernio entre el poder judicial y el Estado para favorecer al empleador en detrimento de los derechos adquiridos por los trabajadores y, en especial, perjudicando a los operadores de la maquila.
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El secretario de la Confederación de Sindicatos de zona franca, Pedro Ortega, afirmó que "hay retroceso en la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores en este Gobierno, por lo que se han quedado sin fuerza muchos convenios colectivos". Y no podría ser de otra forma, pues la historia demuestra que cada consenso entre el Gobierno y el sector empresarial trae directa o indirectamente la reducción de los derechos de los trabajadores y de su capacidad adquisitiva. Daniel Ortega lo sabe perfectamente, pero estos arreglos unilaterales le dan al Gobierno un cierto y limitado espacio de tiempo y tranquilidad social hasta que los trabajadores se den cuenta de la injusticia y la lucha comience de nuevo.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 27 марта 2017 г.
La ayuda a Nicaragua se reducirá a 200.000 dólares en vez de 9,8 millones de dólares. En realidad, lo que el país dejará de percibir representa una cantidad insignificante tomando en cuenta que el Producto Bruto Interno (PBI) del país es de 13.200 millones de dólares. Lo que se teme es la aprobación por el congreso estadounidense de la Ley Nicaraguan Investment Conditionality Act, llamada popularmente Nica Act. La iniciativa establece que la política de EEUU en relación a Nicaragua debe estar sustentada en apoyo al Estado de Derecho y un poder judicial y electoral independientes. Todo este contexto, en realidad, es una retórica que podría convertirse en sanciones si es que Trump presta atención al acercamiento de Nicaragua a China, Irán y, en especial, a Rusia.
Desde el 2015, el Gobierno de Nicaragua comenzó la adquisición de armamento ruso, interesado especialmente en dos barcos de misiles Molina y cuatro lanchas rápidas Mirash para reforzar su territorio marítimo en el mar Caribe. Y esto después de que la Corte Internacional de Justicia se pronunció a favor de Nicaragua en su juicio contra Colombia, otorgándole 90.000 kilómetros cuadrados del mar Caribe. También el país recibió de Rusia 50 tanques T-72 y varios aviones de combate y entrenamiento Yak-130.
Lo irónico es que, cuando Nicaragua recibe ayuda de EEUU o la Unión Europea, la prensa globalizada lo considera como algo positivo, pero cualquier ayuda de Rusia significa un peligro para la seguridad nacional norteamericana o europea.
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Nicaragua es uno de estos países que buscan diversificar sus relaciones incluyendo a Rusia, a pesar del descontento de Washington, cuyos intereses en este momento están lejos de Managua y más concentrados en México, Venezuela y Cuba. Pasará mucho tiempo para que sus 'especialistas' en caos y violencia presten atención a Daniel Ortega y a su 'populismo', que ya no es tan 'radical' como lo era hace una década, pues nada es estático excepto los intereses nacionales de cada país.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK