El Comité Militar del Senado de Estados Unidos añadió 1.200 millones de dólares al presupuesto nacional de Defensa para el año 2018 para experimentar con varios tipos de naves ligeras: el A-29 Super Tucano, el Hawker Beechcraft AT-6, el Textron Scorpion Jet y el Air Tractor AT-902U.
Todos ellos, salvo el Textron Scorpion Jet, son turbohélices, un modelo de funcionamiento apenas visto en los aviones de combate de hoy.
"Parece haber un amplio consenso en cuanto a que utilizar un Lockheed Martin F-22 Raptor, un caza de última generación, o un F-35 Joint Strike Figher para atacar una furgoneta de 15.000 dólares llena de insurgentes en el desierto con munición por valor de 35.000 dólares es una idea disparatada", escribe el columnista Dave Majumdar.
"Todos [en la Fuerza Aérea de EEUU] se han dado cuenta de que necesitamos un caza de combate muy económico, que pueda ser usado en multitud de circunstancias (…) y que le quite trabajo a los cazas de cuarta generación y a los nuevos de quinta para, así, no gastarlos en misiones que no requieren de tanta sofisticación", reconoce Taco Gilbert, un antiguo aviador de las Fuerzas Armadas norteamericanas entrevistado por el autor.
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Un ejemplo de este enfoque está representado en el avión A-29 Super Tucano, del fabricante brasileño Embraer. La aeronave, de hecho, incorpora sistemas electrónicos modernos y puede portar el mismo armamento que un F-16. Según Gilbert, puede hacer lo mismo que cualquier otro avión, aunque "menos rápidamente y desde una menor altura".
"No hay ningún incentivo para enviar un F-35 a Afganistán mientras es ya conocido que un A-29 puede hacer lo mismo por una minúscula parte del coste", concluye Gilbert.