Para el expresidente la paralización promovida por sindicatos y movimientos sociales de izquierda puede servir para presionar a los legisladores y que reconsideren sus decisiones.
"Es una huelga que puede hacer que el Congreso cambie su comportamiento", aseguró, y añadió que se trata de una huelga histórica ya que la última se produjo en 1996, durante el Gobierno del conservador Fernando Henrique Cardoso (Partido de la Social Democracia Brasileña).
No obstante, el líder izquierdista matizó que la situación es compleja porque en su opinión "la sensibilidad política de esa gente (los congresistas) es cero", haciendo alusión al "golpe" que perpetraron contra la expresidenta Dilma Rousseff con el juicio político o "impeachment".
La reforma laboral ya fue aprobada por la Cámara de los Diputados esta semana y ahora está pendiente de aprobación por el Senado.
La reforma del sistema de pensiones, en cambio, aún se está empezando a tramitar porque implica modificar la Constitución y para ello se necesita una mayoría más amplia que el Gobierno de Temer (Partido del Movimiento Democrático de Brasil) por el momento no logró reunir.
Con las modificaciones en las leyes laborales se flexibilizan las relaciones entre empresas y trabajadores, se abre la puerta a jornadas de trabajo de 12 horas, se recortan derechos como las horas de descanso o las vacaciones y sobre todo se establece que lo pactado dentro de las empresas prevalezca sobre lo legislado.
Por otro lado la reforma de las pensiones establece por primera vez en Brasil una edad mínima de jubilación: 65 años para los hombres y 62 para las mujeres, y con los cambios en el reglamento los trabajadores brasileños deberán trabajar 40 años de forma ininterrumpida para poder cobrar de forma íntegra su pensión de jubilación.