El más joven de los candidatos, el inexperto político sin partido, el exministro del gobierno socialista, el exbanquero de Rothschild, el representante del extremo centro que lanzó su movimiento hace apenas un año, ha ganado su apuesta.
El líder de En Marcha tiene motivos para sentirse optimista de cara a la segunda vuelta. Las dos llamadas fuerzas de gobierno, socialistas y centroderecha no dudaron un segundo en pedir el voto para el recién llegado a la escena política francesa.
Benoît Hamon, el candidato socialista hundido en las urnas, reconocía la sanción histórica que su partido ha recibido. Anunciaba enseguida a sus militantes que había que cerrar el paso a Le Pen votando por Emmanuel Macron, " incluso si este no es de izquierdas ", dijo, para finalizar añadiendo que hacía la diferencia entre "un adversario y un enemigo de la República".
El centroderecha quiere pasar página cuanto antes de su fracaso y empezar a prepararse para las legislativas de junio, pero hasta entonces puede que corra la sangre entre hermanos. Fillon, a quien sus compañeros no esperaron antes de reaccionar, confirmó más tarde el sentir de los derrotados de la derecha y anunciaba que había que cerrar el paso al FN votando por Macron.
Socialistas y Republicanos son los grandes derrotados, pero Macron es para ellos, además de la barrera contra el nacional-populismo, un mal menor. Desde que los militantes socialistas eligieron a Benoît Hamon como su favorito, comenzó la estampida de los socialdemócratas y socialiberales del partido, aterrados por la victoria de uno de los cabecillas de la guerrilla interna que el presidente Hollande ha debido soportar.
El resultado de Hamon es un auténtico desastre para el Partido Socialista y le deja muy tocado incluso para pensar en las legislativas. Si la línea Hamon se mantiene, los acuerdos con Macron en la futura Asamblea serán difíciles. En el congreso socialista de noviembre, si se celebra, volverán a brillar las navajas.
Marine Le Pen puede sentirse satisfecha. Ha resistido las remontadas de Fillon y de Jean Luc Melenchon. Jugará una gran final, como su padre en 2002, pero con una diferencia. Todos los sondeos muestran que el 7 de mayo obtendrá un apoyo mucho mayor del conseguido en la primera vuelta.
El mejor rival para Le Pen
Le Pen cuenta con que los votantes socialistas y conservadores desatiendan a sus aparatos. Piensa que muchos ciudadanos que han optado por Melenchon preferirán respaldarle antes que votar al "candidato de las finanzas", al pergeñador de las leyes de liberalización de la economía que Hollande no se atrevió a aplicar. Pero lo tendrá difícil.
Emmanuel Macron está considerado como el candidato de los 'bobos' (bourgeois-bohemes), de los intelectuales, de los medios, de los jóvenes con altos estudios y de los banqueros. Tiene dos semanas para ganarse a los obreros, a los empleados, a los comerciantes, a los artesanos, a los parados jóvenes y maduros. Levantar un muro contra Le Pen no es ya un argumento suficiente para ganarse la adhesión. Le Pen hace mucho tiempo que no da miedo a los desesperados y a los desencantados con el sistema.
El europeísmo es uno de los pocos argumentos que Macron sostiene sin ambigüedad. El resto de su programa es más vago y sera difícil que se defina en las dos semanas que le separan de su meta. Sabe que jugando a la defensiva, a contener los ataques de Le Pen, puede llevarse la victoria.
De momento, el político francés que sus partidarios comparan con Obama sigue diferenciándose en las formas. Hizo aplaudir a todos sus rivales. Puede parecer estúpido, pero en un país crispado y dividido más que nunca, la deportividad y el respeto a las ideas contrarias es también un signo de cambio.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK