Es evidente que en Latinoamérica se está desvaneciendo la fase de prosperidad vivida en la primera década de este siglo XXI con crecimientos del Producto Interior Bruto (PIB) que rondaban el 4%, una cifra muy superior al promedio histórico regional del 2%. Eso fue el resultado, entre otros factores, de una fuerte demanda de bienes de consumo y materias primas, e impulsado por el aumento de los precios de exportación.
América Latina no va a volver a los volátiles años 80 del siglo XX, debido en parte a las estructuras creadas desde entonces.
En este panorama fluctuante se están buscando nuevas fórmulas de crecimiento, y la integración es una de las mejores fórmulas. Algunas no han prosperado como debieran (Alba), y otras están paralizadas (Mercosur) o acaban de nacer (Alianza del Pacífico).
Todas ellas, con sus notables diferencias, coinciden en la perenne necesidad de fomentar el comercio interregional.
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Latinoamérica debe empezar a mirar más hacia dentro y considerar la globalización como fuente de inspiración, aplicándola a los límites de su propio continente. Por desgracia, los niveles de integración palidecen si se comparan con los de otras áreas del planeta. Hay mucho trabajo por delante.
Los acuerdos de integración regional deben, sobre todo, generar empleo, crecimiento, desarrollo y competitividad de las economías de sus miembros.
El Banco Mundial apuesta por una ambiciosa agenda estratégica de renovación de lo que llama 'regionalismo abierto', un plan de acción basado en cinco pilares:
- Reducir los aranceles externos de la Nación Más Favorecida.
- Profundizar la integración entre América del Sur, América Central y América del Norte mediante preferencias arancelarias.
- Armonizar las normas y procedimientos que regulan los intercambios de bienes, servicios y factores de producción (trabajo y capitales).
- Incrementar los esfuerzos para reducir los elevados costes comerciales en América Latina y el Caribe
- Integrar los mercados de trabajo y capitales en todo el continente americano.
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En cuanto a los esfuerzos para abaratar los costes comerciales, las medidas deben concretarse en inversiones en infraestructuras y logística. Eso incluye desde el transporte, las comunicaciones, los servicios financieros, los procesos fronterizos y las prácticas aduaneras, hasta el entorno empresarial y regulador.
Es preciso mejorar la red de carreteras que es relativamente pobre en Latinoamérica si se mide el porcentaje de caminos que no están aún asfaltados.
Otro factor relevante es la infraestructura portuaria, cuyo desempeño en América Latina es desgraciadamente deficiente. Ahí también hay que inyectar dinero.
En cuanto a la integración de los mercados de trabajo y de capitales, esto puede promover la transferencia de conocimientos entre fronteras y permitir a los trabajadores responder a situaciones salariales adversas, buscando oportunidades en otros Estados. Las nuevas políticas deberán considerar al máximo la reacción de los nacionales a la llegada de inmigrantes para que haya una adaptación social.
Finalmente, se habla de los beneficios de una política regional coordinada destinada a atraer inversiones extranjeras.
El Banco Mundial aporta datos elocuentes para respaldar su tesis; por ejemplo, que las exportaciones intrarregionales en América Latina siguen siendo un 20% de las exportaciones totales, muy por debajo del 50% de Asia Oriental.
"Iniciativas como la Alianza del Pacífico son pasos en la dirección correcta", considera Samuel Pienknagura, uno de los cuatro autores del mencionado informe. La Alianza del Pacífico es un acuerdo de integración suscrito en 2012 entre Colombia, Chile, México y Perú.
En este sentido, el funcionario del Banco Mundial apuntó que América Latina "tiende a ver mayores beneficios en la integración global que la regional", ya que son países que tienen características diferentes y cuentan con ciclos económicos distintos. Sin embargo, Pienknagura destacó que, si se potencia la integración regional, ésta redundará en una mayor competitividad económica en un momento clave, puesto que América Latina, en su conjunto, viene de registrar dos años consecutivos de crecimiento negativo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK