En aquel entonces, Batul fue hecha prisionera, al igual que sus familiares y vecinos. Ahora, después de tres años y medio, vuelve a disfrutar de la libertad, pero sigue rememorando con miedo el tiempo que pasó cautiva. La muchacha relató a Sputnik cómo los terroristas transformaron su casa en una cárcel y una cámara de tortura.
"No lo pudimos proteger"
Un día por la mañana los disparos ensombrecieron el sonido habitual de la calle, acercándose más y más. Batul se dio cuenta de que el Ejército había comenzado los enfrentamientos con los yihadistas.
"Unos soldados sirios entraron en nuestra casa y mi padre les preguntó qué había pasado. Le contestaron que cuatro terroristas lograron colarse en el pueblo. Le pidieron no abrir las puertas", recuerda Batul.
Los terroristas daban mucho miedo y gritaban lemas típicos islamistas. "Salieron al patio y dispararon a mi padre, no lo pudimos proteger. Luego fuimos arrastrados a casa junto a otros niños y mujeres", prosigue la joven.
"Quería ver el sol al menos cinco minutos"
Como recuerda Batul, su casa se convirtió pronto en una cámara de tortura, prisión y sede de los terroristas. Los presos eran asesinados a sangre fría si discutían con los milicianos y, a veces, directamente sin ninguna razón. "Nuestra vivienda se llenó de sangre": con esa crudeza lo describe la chica.
En su cautiverio, la niña estuvo acompañada de toda la familia, es decir, su madre y sus dos hermanas menores, de 8 y 11 años. Todas las ventanas estaban tapiadas. "Quería ver el sol al menos durante cinco minutos", confiesa.
Cada vez que los yihadistas entraban en casa, Batul se estremecía. "Hasta ahora, tengo miedo de salir sola, mi tío me acompaña a todas partes", explica.
En libertad
Inmediatamente después de su liberación, la cual se llevó a cabo a través del intercambio de prisioneros entre el Gobierno y los terroristas, Batul fue trasladada al hospital y permaneció allí durante varios días.
"Me llevaron al hospital y me hicieron cuatro transfusiones de sangre, dado que estaba sufriendo desnutrición", contó. En los primeros días tras el retorno a la vida normal, corría las cortinas de casa por temor a que los yihadistas volvieran a por ella y su familia.
La misma sobrecogedora y horrible experiencia fue compartida por 106 compatriotas suyos, incluidos niños pequeños.