Las alusiones a las religiones de matriz africana son un clásico en los desfiles del Sambódromo, y no es raro ver carrozas con gigantescas estatuas de orixás, santos católicos o el propio Cristo Redentor rodeadas de bailarinas semidesnudas, sin que esto ofenda a católicos o practicantes de la umbanda y el candomblé.
El año pasado el arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta, incluso dio la bendición "con votos de entusiasmo" a la escuela de samba Estácio de Sá, que hizo un desfile en homenaje a San Jorge —el patrón de Brasil— lleno de alusiones al sincretismo religioso.
El caso más paradigmático es el del nuevo alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella —exobispo evangélico de la Iglesia Universal del Reino de Dios— que no estará en la ciudad durante la semana más destacada del calendario y pasará unos días de vacaciones fuera.
Esta decisión, que no tiene precedentes en la 'Ciudad Maravillosa', dejó atónitos a muchos cariocas; para unos el alcalde es coherente con sus convicciones, para otros debería separar sus creencias del cargo que ostenta para ejercer de anfitrión de la fiesta.
"Para ellos la samba es pecado, eso es trágico, no deberían mezclar música y religión", lamentaba, en referencia a la identificación de este género con el candomblé o simplemente con la 'macumba', como algunos evangélicos se refieren de forma despectiva a las religiones de origen africano.
"En el caso de la samba las religiones dan el 'swing' y además el candomblé es lindo, no prohíbe nada. El presidente de Rocinha (una escuela de samba de una de las mayores favelas de Río) me decía que está desesperado porque no tiene más 'baianas', cuando son la figura más vieja y de las más importantes", apuntaba Carvalho.
Las representan señoras mayores, con turbantes y enormes faldas, que cruzan el Sambódromo dando vueltas sobre sí mismas, proporcionando algunos de los momentos más emotivos del Carnaval.
Muchas de ellas, como relata Carvalho, están abandonando las escuelas de samba en las que se criaron por indicación de los pastores de las iglesias que empezaron a frecuentar, y están poco a poco siendo sustituidas por jóvenes.
Su casa era un ir y venir continuo de compositores, músicos y sambistas en general; se considera que la primera canción conocida como 'samba', 'Pelo telefone', se compuso allí en 1916.
La biznieta de Tia Ciata, Gracy Moreira, lleva ahora a cabo un cuidadoso trabajo para recuperar su legado, organizando charlas, conciertos y exposiciones sobre el papel de Ciata y de las otras mujeres negras que participaron en el alumbramiento de un género que el año pasado celebró su centenario.
"Veo todo esto con mucho cuidado, para mí lo más importante es la transmisión de saberes (…) Desgraciadamente hay personas que no saben dividir entre cultura y religión", explica esta activista cultural, que remarca en varias ocasiones que no se debe generalizar porque la mayoría de evangélicos son tolerantes.
En cualquier caso admite que la ley que obliga a impartir historia de la cultura africana en Brasil muchas veces no se cumple, debido a los prejuicios de algunos directores de escuelas, y recuerda una anécdota reveladora.
"En una ocasión llevamos a un colegio a un grupo que representaba los orígenes de la samba, con personajes disfrazados de Donga, Pinxinguinha, la Tia Ciata (…) Fue un éxito total, y luego supimos que el 90 por ciento de los alumnos eran de familias evangélicas", relata.
Aunque en las favelas donde nació la samba se oyen más los altavoces de los pastores que el repique de los 'tamborins', los millones de personas que colapsan Brasil cada año y el renacimiento del carnaval de calle en ciudades como Río de Janeiro y São Paulo no invita a pensar que el Carnaval esté amenazado.
Quizá esté en transformación: en algunas ciudades diversas iglesias evangélicas organizan sus propios eventos: más recatados, sin disfraces y sin alcohol, dedicados a exaltar la fe en Jesucristo.
El año pasado, en Santos (estado de São Paulo) el Carnaval de la 'Batucada Bendecida' reunió a más de 16.000 personas en un desfile por la playa.