El escritor y experto en música brasileña André Diniz, autor del libro "Almanaque de Carnaval" recuerda, en una entrevista con Sputnik, que quién instituyó el Carnaval en Brasil, igual que en el resto del mundo, fue la Iglesia Católica.
En sus inicios el carnaval brasileño era prácticamente portugués: era el llamado "entrudo", cuando las personas se ensuciaban las unas a otras con harina y todo tipo de ingredientes.
Poco a poco surgieron los ranchos y los blocos, pequeñas asociaciones de músicos; el carnaval fue sustituyendo a las fiestas religiosas como el mayor evento festivo del año.
A partir de 1920 empiezan a surgir en Río de Janeiro las "marchinhas" —canciones breves de melodía divertida y letras satíricas— y en el estado de Pernambuco, en el nordeste del país, el "frevo", con instrumentos de viento y un ritmo acelerado que se acompaña con vertiginosos movimientos de rodillas.
En cualquier caso, apunta Diniz, el antes y después lo marcaría la llegada de la samba, el género que con el nacimiento de las "escuelas de samba" se convertiría en la música símbolo del carnaval, creada por negros descendientes de esclavos, gente humilde que de alguna forma reivindicaba su papel en la sociedad a través de la música.
"Los desfiles de las escuelas de samba siempre tuvieron muchas reglas por un simple motivo: se buscaba la legitimación (…) Paulo da Portela [el fundador de una de las escuelas de samba más importantes, Portela], siempre vestía muy elegante, ¿para qué? Para decir: "esto no es un lío"; el negro tenía que demostrar que sabía hacer cultura igual que el blanco", remarca Diniz.
Desde entonces las escuelas de samba han tomado dimensiones colosales y algunos críticos lamentan que hayan perdido su espíritu original en busca del espectáculo más comercial.
Leandro Vieira es el carnavalesco (una especie de director artístico) de Mangueira, otra de las escuelas de samba más tradicionales de Río y después de proclamarse campeón el año pasado con un desfile que homenajeaba los 50 años de carrera de Maria Bethânia este año prepara una inmersión en la religiosidad de los brasileños.
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A pesar de su juventud —tiene poco más de 30 años— Vieira se define como tradicionalista en el sentido de que las escuelas de samba deberían centrarse en la riqueza de la cultura brasileña a la hora de definir los temas de sus desfiles y prescindir de efectos especiales y otros artificios para conquistar al espectador.
"Mi visión aproxima los desfiles a la cultura popular, me cuesta verlos como un espectáculo del estilo Las Vegas o Broadway, tengo cierta resistencia a eso: para mí los desfiles del Sambódromo son un espectáculo porque son algo espectacular, y lo que los vuelve espectaculares es precisamente su carácter brasileños, nacional y regional", apuntó en declaraciones a Sputnik.
Además, al margen de los desfiles oficiales en los que se toca samba, axé, el afro-reggae o frevo en los últimos años se está produciendo una revitalización del carnaval espontáneo y anárquico, representado por los blocos (bandas de músicos que tocan en la calle).
Los más tradicionales, como el Cordao do Bola Preta, llegan a congregar a más de un millón de personas, en Río de Janeiro; pero no están solos: en la "Ciudad Maravillosa" se calcula que desfilarán este año más de 500.
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El fenómeno se ha contagiado a Sao Paulo, una ciudad con menos tradición carnavalesca que poco a poco está revindicando su lugar en el mapa de la fiesta.