Cuentan que hacia 1860, Lucien Olivier, un cocinero francés con ascendencia rusa creó en el restaurante que dirigía en Moscú una ensalada hecha con diferentes carnes, caviar, alcaparras, papas cocidas, huevos y pepinos, todo ello recubierto con mayonesa, mostazas y especias. El platillo adquirió gran fama entre la aristocracia rusa bajo el nombre de "ensalada Olivier" y pronto fue replicado por sus competidores. En 1917, tras la caída del zar Nicolás II, los exiliados rusos llevaron a otros países la receta de lo que empezó a llamarse como tenía que ser: ensalada rusa, la cual adquirió carta de ciudadanía en naciones como España, Argentina o Perú, por lo que no resulta errado hablar de "ensalada rusa" argentina o "ensalada rusa" peruana por más que desconcierte un poco ese apareamiento geográfico. Un proceso similar ocurrió en Cuba en la década de los años 80 del pasado siglo cuando llegaron los primeros envíos de carnes enlatadas provenientes de la Unión Soviética. Su popularidad fue tal que la gente comenzó a llamar a esa carne enlatada "carne rusa". Años después una mercancía similar llegó desde Argentina, pero la fuerza de la costumbre se impuso —por antonomasia, dirían los retóricos— y la población se refería a ella como "carne rusa" argentina. No está de más agregar que la técnica de conservar alimentos enlatados se debe al cocinero francés Nicolás-François Appert (1749-1841).
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Una anécdota para concluir. También en Cuba, en la década de los noventa y en medio del llamado "período especial" (eufemismo de "crisis económica"), en algunas panaderías del país se puso de moda el muy anunciado "PAN DE HALLER", un alimento que en principio desconcertó a todo el mundo pues nadie sabía de qué incognoscible rincón de Alemania o Suiza provenía. Pero bastaba con preguntarle a quien lo vendía y el misterio se aclaraba de inmediato: el anuncio, escrito por alguien peleado a muerte con la ortografía, simplemente informaba que estaba a la venta el pan que había sobrado del día anterior, es decir el "pan de ayer".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK