El antropólogo Darcy Ribeiro, apasionado por el Carnaval y el folclore brasileño tuvo la idea de acabar con tal desbarajuste y el gobernador de la época, Leonal Brizola, la acogió con entusiasmo.
Le hizo el encargo a Niemeyer, que ya entonces gozaba de gran prestigio y había colaborado con el gobierno local construyendo cientos de escuelas públicas.
Niemeyer construyó las gradas de hormigón del Sambódromo a contrarreloj, en apenas 120 días, siendo inaugurado a tiempo para el Carnaval de 1984.
Aquí la a avenida se ensancha y se cierra con un gigantesco arco ornamental que con el tiempo acabó siendo una de las postales de Río.
La configuración actual del Sambódromo responde a la idea original de Niemeyer, después de que en 2011 se demolieran los camarotes de Brahma, una marca de cerveza cuya fábrica estaba justo pegada al recinto.
El Ayuntamiento concluyó las obras para respetar el legado de este genio de la arquitectura, pero también porque el Sambódromo se estaba preparando para otro evento de gran magnitud, los Juegos Olímpicos.
Además de eventos deportivos fuera del Carnaval el Sambódromo también suele acoger conciertos y otras actividades multitudinarias, aunque las escuelas de samba se apropian de la zona a partir de diciembre, cuando empiezan los ensayos técnicos.
A pesar de que su principal impulsor, Ribeiro, fue quien tuvo la idea de bautizar a esta peculiar obra como "Sambódromo" lo cierto es que la mayoría de los cariocas prefieren aun hoy llamarla "la Sapucaí", —en referencia a la antigua avenida sobre la que está levantado, llamada avenida Marqués da Sapucaí—.
Cariñosamente también se la llama sencillamente "La Avenida", referencia que todo carioca entiende al escuchar esta palabra en multitud de canciones de samba que hablan de triunfos y derrotas, amores y desamores en días de Carnaval.
Fue histórico por varios motivos: para celebrar el nuevo emplazamiento de honor se estableció que las escuelas desfilarían en dos días diferentes; domingo y lunes de carnaval.
Cada día habría una ganadora y el sábado siguiente de carnaval desfilarían de nuevo las primeras clasificadas, además de las dos ganadoras, que tendrían que desempatar para alzarse con el título de "supercampeona".
El domingo se impuso Portela, la mayor campeona de la historia del Carnaval, con un homenaje a tres de sus figuras más queridas; el fundador Paulo da Portela, Natal, uno de sus mayores impulsores, y la cantante Clara Nunes, que había fallecido recientemente.

Al sábado siguiente el jurado escogió a Mangueira como la campeona definitiva, aunque muchos portelenses también celebran el título como suyo.
Portela, con sus colores azul y blanco y Mangueira, verde y rosa, son dos de las escuelas de samba más tradicionales y más queridas por los brasileños.
La primera es la que acumula más títulos —pero todos en la era anterior al Sambódromo— por lo que la sed de victoria es grande.
En cambio en Mangueira se respira cierto alivio, ya ganó el carnaval de 2016 con un homenaje a los 50 años de carrera de la cantante Maria Bethânia.