Aunque formalmente se considera que la samba nació en 1916 con ese registro su nacimiento está rodeado de debate, como explica a Sputnik en una entrevista André Diniz, uno de los mayores especialistas del género y autor del libro 'Almanaque do Samba'.
En sus inicios la samba no fue ese ritmo dominado por la percusión como se conoce hoy en todo el mundo: "Al principio un 'maxixe', no tenía instrumentos de percusión, era algo para bailar de forma elegante en el salón", remarca Diniz, que recuerda que los primeros músicos tenían guitarras, flautas, instrumentos europeos y caros para la época.
Todo cambió con la nueva generación de sambistas que surgió a finales de los años 20 y que contribuyó a "africanizar" la samba.
Estos músicos, en su mayoría negros de clase baja, mucho descendientes de bahianos fueron los que fundaron las escuelas de samba, que marcarían el género para siempre.
"Esos músicos no tenían nada más allá de su invención poética y melódica, así que empezaron a crear instrumentos para exponer su arte; el repique, el surdo, el agogó…", explica Diniz, que subraya que en general eran malandros, gente pobre y de vida bohemia, constantemente perseguidos por la policía.
Entre ellos destacó Ismael Silva, fundador de Deixa Falar, la primera escuela de samba de Brasil (1928), hoy conocida como Estácio de Sá.
Río de Janeiro era entonces la capital del país y ahí estaban las principales emisoras de radio, que pronto se sumaron a la nueva moda: "Cuando la radio exportó ese nuevo ritmo las personas que lo escuchaban en otros rincones de Brasil decían "ah, no es tan diferente de lo que se escucha por aquí", y se identificaban.
En su opinión la samba nace de la mano de la industria del entretenimiento y de la industria fonográfica: "No se entiende sin ella":
También jugaron un papel fundamental determinados factores políticos. El presidente y después dictador Getúlio Vargas, en pleno Estado Novo, estaba poniendo en marcha la construcción de un nuevo imaginario colectivo para el país, una idea de nación en la cual la samba encajaba como anillo al dedo.
"Vargas quería aproximarse a las clases populares, y en el caso de Río la herramienta fue el carnaval, a partir de ahí la samba pasa a ser un género carnavalesco", apunta el autor.
Antes no lo era: "¡La gente se disfrazaba con aparatosos trajes europeos y hasta cantaban arias de Verdi!", recuerda Diniz divertido.
Más adelante, en los años 50 el árbol de la samba dio lugar a una rama que con el tiempo sería la más vistosa en el contexto internacional, la bossanova.
"La bossanova moderniza la samba, la sofistica (…) Es como si João Gilberto redimiera esa guitarra que era perseguida y vista popular para que empiece a gustar a la élite", remarca Diniz, que subraya que el movimiento nacido en los acomodados barrios junto a la playa de Ipnema y Copacabana fue clave para darle un sello de distinción a la samba.
Desde entonces el camino hacia una verdadera transversalidad del género no ha dejado de crecer y hoy en día la samba reúne en las calles de Brasil a negros, blancos, ricos y pobres, aunque es cierto que las favelas que vieron nacer al género han derivado hacia otros gustos musicales.
Los puristas y nostálgicos se lamentan, pero autores como Diniz creen que todo parte de un mismo tronco: "La relación del hip hop y el funk con la samba es umbilical. El papel histórico de la samba es ser un repositorio de nuestra memoria musical, por eso nunca acabará", augura.
Lo cierto es que la samba perdió espacio en la industria musical: tan solo cinco de entre las 100 canciones más escuchadas de 2015 eran de samba, según un estudio de Crowley, mientras que 75 eran de sertanejo, el ritmo que domina ahora la escena musical.
Aun así la samba sigue viva en las "rodas" callejeras y en la memoria colectiva de los brasileños y Diniz, optimista, confirma lo que cantaba el veterano compositor Nelson Sargento a finales de los años 70: "Samba, agoniza pero no muere, siempre alguien te socorre antes del último suspiro".