A 80 kilómetros de Montevideo, la capital de Uruguay, existe una escuela distinta a todas las demás. En Jaureguiberry, una localidad donde viven 500 personas, desde 2016 los niños asisten a la primera escuela en Latinoamérica construida de residuos y 100% autosustentable.
Este edificio de 280 metros cuadrados, amigable con el medio ambiente, está en parte construido con materiales descartables como botellas, latas, cartón y neumáticos viejos.
Vídeo: La constricción de la escuela ecológica
Es capaz de generar su propia agua potable y la reutiliza de varias maneras, como en su huerta orgánica. También se autoprovee de energía eléctrica. Es por ello que este emprendimiento se ha convertido en un modelo en la región y el mundo.
"La idea surgió en 2011, influida por el arquitecto estadounidense Michael Reynolds, creador del sistema ‘Earthship', que construye edificios autosustentables y armoniosos con la naturaleza", dijo al programa radial ‘Big Bang' de Sputnik Victoria Gómez, una de las ideólogas de este proyecto.
Aunque parezca extraño, ninguno de los involucrados en la puesta en marcha del proyecto son arquitectos. La mayoría vienen del área de la comunicación, hay un biólogo. Sin embargo vieron en este plan un medio para generar un cambio cultural. La idea de una escuela pública está relacionada con eso.
"Nos daba la posibilidad de cambiar de raíz la forma en que interactuamos con la naturaleza. Modificar ese paradigma era nuestro sueño. Con esto podríamos impactar en los niños y comenzar ese proceso", aseguró Gómez, quien además es coordinadora general y encargada del área de educación.
Tras mucha insistencia, este grupo de amigos uruguayos logró que Reynolds les prestara atención. Una de las cosas que lo atrajo fue que nunca había aplicado su metodología a una escuela primaria pública.
Finalmente, tras casi cuatro años de trámites y gestiones, en febrero de 2016 la escuela pudo concretarse y se construyó en tiempo récord. El edificio de 280 metros cuadrados fue levantado en 45 días.
"La rapidez para construir es posible por lo que se llama ‘academia earthship': se da un curso a medida que se construye. Vinieron 100 estudiantes de 30 países que tenían clases teóricas y al dia siguiente ponían en práctica lo aprendido, liderado por el propio Reynolds y su equipo. Por eso pudimos hacerlo en tan pocos días", explicó Gómez.
El edificio está construido bajo la lógica de satisfacer determinadas necesidades humanas como tener agua para beber. Para ello se almacenan tanques en el techo y, mediante un sistema de filtros, se recoge el agua de lluvia.
El confort térmico se logró con la instalación de vidrios orientados hacia el sol y la parte trasera del edificio se enterró en un terraplén construido con cubiertas rellenas de tierra y arena. "Esto sirve para mantener el edificio templado sin necesidad de estufas o aires acondicionados", señaló la emprendedora.
Luego hubo que resolver el tratamiento de las aguas negras. Para eso crearon su propio sistema de saneamiento que reutiliza el agua con un sistema de circulación interna y con humedades exteriores que permiten que nada se filtre a las napas subterráneas o arroyos.
Se ideó a su vez un sistema de alimentación con una granja orgánica. El edificio cuenta con un invernadero interior con plantas poco comunes en la región como banana o café.
La escuela se construyó en febrero de 2016 y en marzo comenzó a albergar las primeras clases. Según Gómez, fue un año de "mucho aprendizaje" y "alegría" por ver en funcionamiento el sueño que habían tenido años atrás.
"Fue un sueño cumplido no solo desde el punto de vista edilicio, sino porque también el equipo docente y los niños han podido aprovecharlo al máximo en términos de aprendizaje, algo que era parte de nuestro propósito", indicó.
La escuela ha logrado transformar la vida de sus estudiantes. "Los niños la adoptaron como propia y comprendieron algo bien complejo: cómo funciona la naturaleza y las redes de la vida, como todo está conectado y sus acciones determinan el destino de su entorno", concluyó.