Según el artesano, el 'alma' de la espada es el dibujo especial que se puede ver sobre la hoja, que consta de líneas de diferentes tamaños, formas y colores. Las líneas pueden crear una imagen entrelazada o repetida.
Pueden acercarse una a la otra, alejarse, hacer un círculo, rectángulo, línea en zigzag o ir en paralelo. El diseño puede ser realizado de dos maneras: mediante diferentes temperaturas durante el proceso de templado —enfriado— o a través de la soldadura de láminas de acero de diferentes compuestos químicos que se usan para forjar la hoja.
Para lograr el color blanco añaden níquel al acero de construcción —también conocido como acero al carbono—. Esto permite obtener líneas brillantes. El alto contenido de cromo causa el mismo efecto, explicó As Suyuf.
Al usar acero con bajo nivel de carbono pueden aflorar colores entre el gris y el negro. El resultado depende del nivel de metal en el contenido. El armero puso de relieve que, en la antigüedad, el contenido del metal era diferente, ya que lo extraían de rocas ígneas.
La guarda para proteger las manos está hecha de hierro y cobre. La espada de Damasco clásica tiene hasta 90 centímetros de largo y cuatro de ancho. El interior de la vaina es de madera, mientras el exterior está forrado de piel, tejido, así como de plata y acero engastados. Puede pesar hasta tres kilogramos.
La curvatura de la espada está hecha de manera que el enemigo no pueda evitar el impacto, a diferencia de las espadas romanas o kurdas, cuyos golpes es posible esquivar.
El hermano de Abdel Qader, Fayad as Suyuf, quien también heredó esta fábrica artesana de sus abuelos, le contó a Sputnik que la hoja de Damasco fue el arma más efectiva en épocas pasadas, pues despedazaba con facilidad las armas enemigas.
Cuando Tamerlán conquistó Damasco en el año 1400, se llevó consigo a 150.000 artesanos a la capital de su imperio, Samarcanda.
El sultán otomano Selim I hizo lo propio en el siglo XVI. Como resultado, el arte de la forja cayó considerablemente en Damasco, pero siguió desarrollándose en Samarcanda, Jorasán y Turquía.
Qader as Suyuf acusa a los terroristas de usar estas espadas para matar a sus víctimas, hecho que va contra el espíritu del islam, en su opinión.
Hoy en día, los armeros viven una época difícil, porque la gente no está dispuesta a gastar dinero en adquirir espadas. La falta de turistas también ha lastrado el negocio. El precio de una espada antigua es de 100.000 liras sirias —aproximadamente 200 dólares—, mientras que una nueva cuesta entre 5.000 y 25.000 liras (de 10 a 25 dólares, más o menos).
Los hermanos As Suyuf aseguran que no les preocupan las dificultades, porque están convencidos de que las cosas mejorarán y las espadas serán vendidas finalmente.
No hay que olvidar que estas armas siempre han formado parte del patrimonio cultural sirio.