Aunque esta cifra es bastante llamativa, la directora del Nuevo Proyecto Internacionalista del Instituto de Washington para los Estudios Políticos, Phyllis Bennis, destacó en una entrevista con Radio Sputnik que el factor más preocupante no es el número de bombas, sino la tasa de víctimas civiles.
"Estamos observando la aplicación de una política basada en los ataques aéreos que se realizan desde drones, aviones y helicópteros y que bombardean a la gente con intención de que los proyectiles impacten en 'la gente correcta' [los terroristas]", dijo la politóloga para subrayar que esta estrategia no funciona. "El terrorismo no puede ser erradicado con bombardeos (…), es una estrategia fallida".
Bennis apunta a que en vez de aniquilar a los extremistas, EEUU los había animado, provocando más terrorismo y más violencia en regiones como Oriente Próximo, Asia Central y el norte de África.
Esta estrategia pone en evidencia las reticencias de Washington para dedicar fondos y energías a prestar atención a la diplomacia real, que es la que podría llegar hasta las causas del terrorismo y eliminarlo de raíz.
Aunque parezca increíble, durante el mandato de Obama —galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2009— hubo más bombardeos que durante la época de la Administración de George W. Bush.
Esta es la razón por la que la opinión pública en EEUU no ha prestado atención a los bombardeos de los últimos años en comparación con los que la Casa Blanca realizó durante las guerras de Vietnam y Afganistán.
Aunque es evidente que la estrategia de Obama ha fracasado, es fácil entender por qué la Casa Blanca sigue aplicándola. Y la causa principal es el dinero, opina Bennis.
Cuando algún político de EEUU dice: "Bien, nadie quiere la guerra, eso no es cierto", subraya la directora, en referencia al sector de defensa y a los contratistas militares del país.