La actitud del próximo jefe de Estado norteamericano sobre este particular ha ido concretándose a medida que avanzaba la campaña electoral.
En marzo de este año, en el debate presidencial republicano celebrado en Miami se explicó un poco más: "Creo que estoy como en el medio. No tenemos a la gente correcta negociando, tenemos a gente que no tiene idea". Y, seis meses después, en un mitin que también tuvo lugar en Miami, expuso sus cartas y condicionó su decisión al respecto a que "el régimen de Castro cumpla nuestras demandas. No mis demandas. Nuestras demandas. Estas demandas son libertad religiosa y política para el pueblo cubano. Y la liberación de los presos políticos".
Trump clarificó algo después su posición en una entrevista publicada el 11 de agosto en el diario The Miami Herald, probablemente el más influyente de Florida. Allí se decantó por prohibir a Cuba que busque compensaciones económicas por las cuantiosas pérdidas que ha provocado el embargo comercial, iniciado en 1960 con John F. Kennedy y mantenido por otros ocho presidentes más, tanto demócratas como republicanos.
¿Qué significa eso de "estar en el centro"? Seguir negociando y ralentizar el proceso de normalización. Nada de volver a la Guerra Fría pero tampoco dejar de amenazar a las autoridades cubanas. Aplicar la teoría del palo y la zanahoria.
Pero todo esto son sólo indicios y no realidades.
Trump llamó "dictador brutal" al recientemente fallecido Fidel Castro y prometió que "hará todo lo que posible para asegurar que el pueblo cubano pueda finalmente empezar su viaje hacia la prosperidad y la libertad".
Pero en el fondo es un pragmático de los negocios, y su principal mandato reside en mejorar la economía nacional, el comercio y el mercado laboral. El nuevo presidente no puede olvidar la presión de empresarios, comerciantes y agricultores que demandan el fin del bloqueo para colocar sus productos y servicios en la isla caribeña.
Además, el perfil demográfico de Miami ha ido cambiando y ahora el 54% de la comunidad de origen cubano apoya el levantamiento de las sanciones. A nivel federal, las cifras son similares: el 58% de los estadounidenses se muestra favorable a la apertura diplomática iniciada por Obama con los auspicios del papa Francisco.
Otra circunstancia a tener en cuenta es que una parte influyente de los republicanos del Congreso favorece el fin del embargo, al considerar que la actual política limita las exportaciones y perjudica la competitividad de EEUU, uno de los valores que más ha defendido Trump ante los electores. Estos legisladores creen que acabar con esa barrera supondrá un impulso interno y externo y "ayudará a promover el desarrollo económico y los derechos humanos de los cubanos".
Con Raúl Castro, Cuba ha entrado en la senda de las reformas económicas a un ritmo lento y pausado. La disposición de Trump puede favorecerlas —o no— y generar —o no— beneficios en su país. La incógnita es saber si la nueva generación de hombres menores de 45 años que ya controla el Comité Central del Partido Comunista Cubano impondrá el modelo chino o el vietnamita.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK