En los bancos cercanos al monumento del prócer independentista del siglo XIX José Martí, mancillado un día de 1948 por un marine estadounidense alucinado por el alcohol, y quizás por las drogas, hoy no se habla de jonrones, carreras, bolas ni strikes.
"Por fin el primero de enero de 1959 llegó el Comandante y mandó a parar", dice un negro alto y musculoso con el acento característico de los nacidos en Santiago de Cuba o Guantánamo, provincias del sur del Oriente cubano.
Las cenizas del hombre que estremeció al país el 26 de julio de 1953 al frente del ataque al cuartel Moncada serán sepultadas el 4 de diciembre en el Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago, cerca de la tumba de Martí, refiere en alusión a la nota del Consejo de Estado incluida en la edición del periódico.
Algo similar sucede este sábado en el municipio del país más densamente poblado, Centro Habana, pues camino de la Universidad por la avenida Neptuno hoy no se escucha toda esa música que de manera indetenible invade las calles.
Ese sonido a veces deviene ruido por la intersección entre el son tradicional del septeto que anima un bar con la timba reproducida a todo volumen por una bocina emplazada en un balcón y el reguetón del viejo auto Ford de los años 1950 ("almendrón" de alquiler) que transita hacia los municipios del oeste capitalino.
En las proximidades del hospital Hermanos Ameijeiras, frente al parque Antonio Maceo y el Malecón, una enfermera llora al evocar la información ofrecida al final de la noche anterior en una breve intervención televisada del presidente Raúl Castro con motivo del deceso del autor de La Historia Me Absolverá.
Al final de la avenida San Lázaro, en la cumbre de la escalinata de la Universidad de La Habana, cientos de estudiantes convierten ese centro docente en tribuna abierta en la cual a coro proclaman sobre todo una consigna: "¡Fidel, los jóvenes no te defraudaremos, yo soy Fidel!"
En muchos ojos hay lágrimas. Las risas, música de trovadores y bromas características del ambiente estudiantil hoy son sustituidas por la solemnidad de quienes concurren al centro universitario del que egresó el jefe de la expedición del yate Granma como abogado en 1950, para reiterar su compromiso con la continuidad de su obra principal, la Revolución.
La Habana parece otra en este primer sábado en medio de la certeza de que ya los cubanos no contarán con la presencia física de Fidel Castro. Sin embargo, la actitud de los habaneros parece indicar que sigue omnipresente en la capital de todos los habitantes de esta isla del Caribe.