Así, Guillermo arrancaba su segunda migración. La primera se había producido casi 6 años antes y lo había llevado a la urbe norteamericana.
"Decidí que tenía que buscar un nuevo horizonte, y siempre las opciones son dos: sigues a un lugar más distante, o vuelves a tu patria".
Y en ese momento su espíritu aventurero lo empujó hacia adelante, en la búsqueda de nuevos horizontes.
El cambio fue impactante para este uruguayo que se dedica a la enseñanza de idiomas, profesión que ejerce en Rusia desde que puso su primer pie en el hangar que hacía las veces de aeropuerto, por estar la terminal aérea de Novosibirsk en construcción.
El tacto fue el primer sentido que le hizo saber a Helbling que estaba en un tipo de lugar por el que nunca antes había transitado: sintió que el frío siberiano le atravesaba el cuerpo apenas aterrizado. Pero eso no le impidió saber pocos días más tarde que había llegado al lugar correcto.
Guillermo confiesa que en el balance que hace de su vida en Novosibirsk, "hoy por hoy me da positivo". Y agrega: "me hizo crecer, me hizo más hombre, me hizo entender la cultura rusa, me hizo quererla".
Sus primeros tres años transcurrieron sin que aprendiera a hablar ruso, "pero después siempre hay un motivo real para aprender", y explica: "conocer una persona que hablaba solamente ruso y eso fue el empuje grande para aprender el idioma. Me parece que es lo que le puede pasar a cualquier persona: cuando la motivación es grande, aprendemos el idioma que sea", confiesa entre risas.
Nuestro protagonista incluso llegó a organizar un festival de cine uruguayo en la capital siberiana que contó con el aval de la Embajada de Uruguay en Rusia, y con la presencia de su embajador de entonces, Aníbal Cabral, quien "se portó muy bien". En la ocasión también hizo degustación de productos de Uruguay, tales como vinos y carne.
Pero sus ganas de seguir desarrollándose y seguir creciendo lo hicieron mirar hacia Moscú, pues sintió que en Novosibirsk ya había tocado techo. "Yo ya le había dado a la ciudad todo lo que podía, y la ciudad me había dado todo lo que tenía para darme".
"A Moscú llegué solo, pero no estando solo, porque me vine primero antes que mi señora (…) y la mandé a buscar cuando las condiciones ya estaban dadas", aclara.
Guillermo contrasta la vida moscovita con la siberiana: "tienes menos tiempo libre, vives más estresado, y puedes dedicarte menos a las cosas que realmente te gustan". "Ir a cualquier lugar te lleva dos horas", por lo cual "el día tiene otro valor, el tiempo tiene otro valor".
"En Moscú hay una cantidad de cosas espectaculares que te falta tiempo a veces para conocer", constata este profesor de idiomas.
"Siempre sacrificas cosas en la vida. Cada decisión que tomas, cada cosa que aceptas, es porque estás rechazando otras. Es tu momento, haz tu balance, y decide si estás en el lugar correcto o no. Es una cosa muy personal, yo hoy siento que sí".
Al hacer una proyección de su vida, Guillermo Helbling señala: "me veo padre aquí en Moscú, por lo menos al principio, y después lo que la paternidad me dicte", tras confesar entre risas, que su señora "ya tiene todo planificado".