El temor que sienten es razonablemente comprensible. El arribo del histriónico candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos a partir del 20 de enero supone una clara amenaza para el futuro de las relaciones transatlánticas. El triunfo del millonario neoyorquino implica una nueva etapa de incertidumbre internacional que pone en solfa el multilateralismo y da a alas al proteccionismo comercial.
Algunos diplomáticos del Viejo Continente sienten miedo ante el nuevo panorama inestable que se ha generado tras el 8 de noviembre. Y publican ese temor presa de la indiscreción. Así lo hizo el embajador de Francia ante Estados Unidos, Gerard Araud, al escribir en su cuenta de Twitter el siguiente texto: "Después del Brexit y estas elecciones, todo es posible. El mundo está colapsando ante nuestros ojos. Vértigo". El contundente mensaje fue borrado posteriormente porque contenía demasiada carga política y no era apropiada su difusión.
Nervios aparte —y son muchos los que hay—, lo que no cabe duda es que la votación norteamericana subraya el fin de toda una era, la del neoliberalismo. El problema es que nadie sabe qué vendrá detrás. Eso es una gran incógnita. Algunos gurús economistas como el socialdemócrata Paul Krugman ya pronostican una "depresión global", pero su análisis de urgencia parece víctima del estupor y de la desesperanza. Krugman incluso se atreve a hablar de la posibilidad de que EEUU sea un Estado fallido. Suena precipitado.
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El 'shock' ha entrado en los despachos de los funcionarios comunitarios que se ocupan de las relaciones con Washington. Ven que se ha abierto paso una política proteccionista que penalizará las importaciones baratas, aumentará los aranceles comerciales y frenará el libre comercio.
"Nos cuesta demasiado", dijo en una entrevista mantenida en marzo con el periódico The New York Times. "Francamente, [otros Estados aliados] tienen que poner más dinero. Estamos pagando de forma desproporcionada. Es demasiado. Y francamente vivimos en un mundo diferente al de entonces cuando se concibió la idea original".
En este último punto Trump tiene toda la razón. El Pacto de Varsovia y la Unión Soviética ya no existen y desde entonces la Alianza se ha buscado otras amenazas más o menos reales, como Rusia e Irán, para sobrevivir en un contexto distinto y cambiante como el actual. El presidente electo parece dispuesto a crear una nueva institución internacional destinada a combatir el terrorismo —que es una indiscutible amenaza mundial—, pero eso difiere radicalmente de las razones que motivaron la creación de la OTAN.
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Por tanto, mucho dependerá de quién sea el próximo secretario de Estado y de quién dirija los designios del Pentágono. Entre quienes suenan para entrar en el nuevo Gobierno destacan dos viejos 'halcones' republicanos: el exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, o el expresidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich.
Un escenario insospechado sería la decisión de EEUU de retirarse de la OTAN, acabando así con 70 años de asociación militar estratégica occidental. En Bruselas no se toman muy en serio esa posibilidad pero eso forma parte de la arriesgada autocomplacencia de Europa.
Además, el 'tsunami' Trump ha puesto en una situación incomodísima a algunos políticos europeos de primer nivel que durante la campaña electoral no midieron sus palabras y criticaron con extrema dureza los exabruptos de Trump. Sin ir más lejos, el presidente francés, François Hollande, declaró que esos "excesos" le daban "ganas de vomitar".
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Y, finalmente pero no menos importante, queda por ver la onda de choque que ocasionará este terremoto político en las elecciones previstas para 2017 en Francia y Alemania, donde Hollande y la canciller Angela Merkel se juegan su futuro y el de muchos. La victoria de Trump puede derivar en un fuerte giro a la derecha en Europa en plan efecto contagio y eso beneficiaría especialmente a Marine Le Pen, la líder del partido Frente Nacional francés, eufórica por el veredicto de las urnas.
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Con todo esto y el Brexit, a este paso el lema de la UE, "Unida en la diversidad", va a tener que llamarse "Unida en la adversidad".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK