De acuerdo con el estudio realizado por los neurobiólogos del University College London (Reino Unido), las personas con tendencia a mentir se acostumbran poco a poco al engaño debido a que la amígdala —una parte del cerebro asociada a las emociones— empieza a perder sensibilidad.
Durante el experimento, los científicos escanearon el cerebro de 80 voluntarios de entre 18 y 60 años mientras participaban en 'juegos psicológicos' durante los cuales se les permitió mentir para obtener algunas ventajas económicas.
Los autores del estudio descubrieron que la deshonestidad de los sujetos aumentaba con el paso de las pruebas, así como la tendencia a no decir la verdad cuando mentir beneficiaba al participante económicamente en detrimento del segundo.
Según los científicos, el nivel de sensibilidad de la amígdala de los voluntarios disminuía prueba tras prueba. Al mismo tiempo, en los casos en los que el propio sujeto se veía perjudicado por una declaración falsa, la sensibilidad de la amígdala no se reducía.
"Cuando mentimos interesadamente, nuestra amígdala produce una sensación negativa que limita el grado de nuestras mentiras. No obstante, esta respuesta se reduce a medida que continuamos mintiendo, aumentando la escala de nuestros engaños. Esto conduce a una espiral desde los pequeños actos de falta de sinceridad hasta una vida llena de ilusiones y autoengaños", según explicó Tali Sharot, uno de los autores del experimento.
Subrayó que "el peligro de caer en pequeñas mentiras [que pueden convertirse en graves engaños] es un riesgo habitual en terrenos como el mundo de los negocios, la política y la aplicación de la ley".
Los investigadores sostienen que el nivel de actividad de la amígdala mientras decimos mentiras puede usarse para predecir los próximos engaños de esa persona y su tendencia a mentir. De acuerdo con Garret, el mismo principio también "podría aplicarse a la progresión de otras acciones como las actividades de riesgo o los comportamientos violentos".