De acuerdo con los datos del Instituto Americano de Bancarrota y la compañía Epiq Systems, en agosto, el número de peticiones de quiebra aumentó en un 29% en comparación con el mismo mes del año anterior.
Este incremento se debe a la conducta no muy inteligente de la Reserva Federal estadounidense, que ha venido implementando durante varios años una política de intereses bajos y créditos baratos.
Como resultado, hasta julio de 2016, los bancos del país concedieron préstamos a las corporaciones por un monto de más de dos billones de dólares.
En cuanto a la situación de hoy, las quiebras actuales indican que estamos aproximándonos al fin de otro ciclo crediticio, puesto que las compañías ya no pueden afrontar sus grandes deudas.
Durante largos años, los empresarios creyeron las promesas de Wall Street de que pronto arribarían los buenos tiempos y se dejaron atraer por los cantos de sirena de los créditos a bajo interés. De manera que no es sorprendente que las empresas hayan solicitado y adquirido tantos créditos que ya no pueden soportar.
Ahora todas ellas están recogiendo los frutos de su conducta, dado que el paraíso prometido no ha llegado. Paralelamente, las deudas acumuladas arrastran a las empresas al precipicio. Prueba de ello es la epidemia de bancarrotas.