Antes de la guerra, Alepo, con sus más de dos millones de habitantes era la ciudad más grande del país, su capital económica, por no hablar de la importancia cultural de una de las localidades más antiguas de la civilización humana. Hoy día se ha convertido en un montón de escombros, en donde viven (o sobreviven) no más de 300-350 mil personas.
Sin embargo, los insurgentes no quieren ceder este punto. ¿Por qué?
El apoderarse de una ciudad como Alepo, le permitiría a quien lo haga crear un 'gobierno' alternativo.
Esto le daría legitimidad ante los ojos del mundo, permitiéndole recibir apoyo externo oficialmente y en volúmenes mucho mayores que en la actualidad.
Un puñado de impostores que coordinan la lucha contra el Gobierno legítimo desde un hotel cinco estrellas en Catar, no es lo mismo que un 'gobierno' que actuaría desde la segunda ciudad más importante del país tras la capital. Además, la vía de Idlib a Alepo permite confiar en un suministro estable de armas y municiones desde la frontera con Turquía.
Es por eso que todas las fuerzas —el Ejército gubernamental, los yihadistas y los opositores armados— han centrado sus esfuerzos en controlar la ciudad. La importancia de la localidad y los constantes choques callejeros, requieren un no menos constante flujo de refuerzos, agotando las fuerzas humanas en otras direcciones: Raqa, Palmira, incluso Hama y Homs —otros puntos significativos perdidos por los rebeldes—.
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La importancia estratégica para el futuro de la lucha por Siria, y no la 'situación humanitaria', podría ser la razón clave por detrás de las declaraciones histéricas de Occidente precisamente respecto a Alepo, opina el diario ruso Vzglyad.
"Como resultado, Alepo alberga ahora el grupo de insurgentes más grande y más preparado, totalmente rodeado y carente de rutas de suministro. La pérdida de este grupo que significaría, si no la victoria en la guerra civil, sí un cambio radical a favor de Damasco", informa el medio.
Desde el punto de vista bélico, esto parece ser inevitable: los terroristas no tienen oportunidad alguna de mantener Alepo en sus manos o escapar de la ciudad.
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Pero aparte de las implicaciones militares y estratégicos, la batalla de Alepo tiene también un componente psicológico. Y es que la destitución de Asad del poder a la fuerza —en lo que consistía la principal y única estrategia occidental— sería un fracaso total.
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Como resultado de todos estos factores, la batalla de Alepo se ha convertido en 'la batalla decisiva' no sólo de la guerra civil en Siria, sino también en epicentro de la confrontación por el Oriente Próximo que implica a múltiples jugadores regionales y globales.
Desde un punto de vista militar, el resultado es obvio, pero los juegos estratégicos en los gabinetes políticos podrían cambiar la situación.