Según denuncia el artículo del diario The Boston Globe, esta campaña arroja luz sobre el papel que desempeña esta industria en elevar los miedos y temores en el mundo.
"Debemos responder al auge del terrorismo de Daesh, a la agresión rusa a las puertas de la OTAN, a los movimientos provocativos de Irán y Corea del Norte y a una China cada vez más poderosa", afirma un reciente comunicado de la Asociación de la Industria Aeroespacial de EEUU, confirmando así las afirmaciones de Kinzer.
Los avisos de organizaciones como esta, sin embargo, no son suficientes para formar una opinión pública sumisa. Es por ello que la industria armamentística patrocina los conocidos como 'think tanks' o laboratorios de ideas, emitentes de alarmantes informes que advierten sobre los peligros de cada vez mayor envergadura provenientes de todas partes.
Muchas de estas organizaciones están dirigidas por exdiplomáticos o excomandantes militares. Sus advertencias parecen bastante realistas, teniendo en cuenta el prestigio personal de quien las hace y los inocentes nombres de los 'think tanks' que representan. Todo con el fin de persuadir a los estadounidenses y a los Gobiernos extranjeros a sacar de sus bolsillos unos miles de millones de dólares más, explica Kinzer.
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El señor Hadley es quien ha instado a EEUU a "elevar el precio de lo que está haciendo Rusia en Ucrania", porque "hasta el presidente [Vladímir] Putin es sensible a las bolsas con cadáveres". El Instituto por la Paz llama así a los países europeos a duplicar su gasto militar y también favorece el envío de más armas a lo que es hoy el polvorín ucraniano.
Los críticos del gasto militar excesivo han denunciado el proyecto multimillonario concerniente a la producción del nuevo avión de combate F-35, con el argumento de que este ya está obsoleto en la era de aeronaves no tripuladas.
"Un disparate", respondió a eso el director del Instituto Lexington, quien en un reciente artículo llamó al F-35 "una revolucionaria plataforma" con "capacidades que supera con ventaja cualquier caza occidental de la actualidad". Si bien eso ha sido puesto bajo cuestión tanto dentro como fuera de EEUU, lo que queda detrás es que el Instituto Lexington es un instrumento de la industria armamentística que cuenta con el sostén del ya mencionado Lockheed Martin, —ni más ni menos, el fabricante de los F-35—.
A pesar de eso, la rebelión en el seno del Congreso en contra de un nuevo acuerdo con Arabia Saudí se ha convertido en algo extraordinario, considera el autor del artículo. Cuatro senadores —dos de cada partido— han propuesto una resolución que obligue a una votación en el órgano legislativo respecto a la iniciativa de venta. Sesenta y cuatro miembros de la Cámara de Representantes han firmado una carta en la que advierten de que el acuerdo tendría "un efecto preocupante en la población civil" de Yemen, donde Arabia Saudí está llevando a cabo una campaña militar.
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Las Naciones Unidas han calculado que la coalición liderada por los saudíes ha causado "el doble de bajas civiles que todas las demás fuerzas juntas". A pesar de eso, la administración de Obama está dispuesta a vender a los saudíes 153 vehículos de combate fabricados por General Dynamics, así como ametralladoras, lanzagranadas y otras armas.
Desde que Obama asumió el cargo en 2009, se han llevado a cabo 42 acuerdos de venta de armas con Arabia Saudí, por una asombrosa suma de 115.000 millones. Para algunos miembros del Congreso, el más reciente acuerdo ha sido el punto de ruptura.
"Cada vida civil perdida en Yemen tiene una huella estadounidense", denunció el senador demócrata por el estado de Connecticut, Chris Murphy, quien es uno de los autores de la resolución para bloquear el acuerdo y se pronuncia en contra de la libre venta de armas dentro de EEUU.
No es sorprendente que la industria haya movilizado todo su poderío en el Congreso para bloquear esta resolución del Senado. "Estamos luchando contra General Dynamics", expresó uno de los partidarios de la resolución.
El bloqueo de la venta podría convenirse en una revuelta contra de uno de los grupos de presión más adinerados de Washington y provocaría toda una ola de escalofríos en los pasillos del Pentágono, la industria armamentística y Arabia Saudí, concluye el artículo.