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Para el especialista argentino Jorge Castro, la razón del "virtual derrumbe de la eficacia productiva norteamericana" es la caída estructural de su capacidad innovadora: menos empresas nuevas, reducción de la fuerza de trabajo y crecimiento de la pobreza, que alcanza al 15% de la población, lo cual dificulta la asimilación de los inventos y el progreso educativo, según escribe en su columna dominical del diario Clarín de Buenos Aires.
La fuerza industrial cayó de 17 millones a 11 millones de trabajadores en los últimos 15 años, lo que explicaría el éxito de Donald Trump en los sectores más maltratados de la clase trabajadora blanca, pues propone una economía más proteccionista, contra los inmigrantes y los tratados de libre comercio. Un fenómeno similar al triunfo del Brexit, gracias al voto de los trabajadores ingleses más afectados por la crisis.
Cuando las computadoras reemplacen a los vendedores en los supermercados, a los empleados bancarios y hasta a los gerentes, los estados se verán obligados a aumentar el empleo público y los subsidios al desempleo, haciendo sucumbir los presupuestos estatales. Este proceso, llevado a su extremo —Collins habla de tasas del 50 al 70% de desocupación en 2050—, es lo que llevaría a la crisis terminal del capitalismo.
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La otra cara del mismo fenómeno es el enorme salto de la desigualdad social. En Estados Unidos, los ingresos del 1% más alto aumentaron el 3,4% anual desde 1973, mientras que, para el resto, crecieron 10 veces menos. Según datos de la Universidad de Harvard, la concentración de la riqueza ha reducido un 20% el crecimiento de EEUU en las últimas cuatro décadas.
Con enormes inversiones en infraestructura y construcción, en la actualidad muchos caminos, trenes, vías y edificaciones se encuentran sin uso. Los desequilibrios de la China —que representa el 17% de la economía mundial— enviarán marejadas de inestabilidad a todo el mundo, especialmente a nuestros países, que viven de vender materias primas al gigante asiático.
Si es cierto que hemos llegado a un punto de crisis estructural y sin salida, ¿cuándo será el final? ¿En 2030? ¿En 2050? ¿En 2100? La ciencia no puede predecirlo, porque no es un resultado ineluctable, sino que depende de las acciones de los hombres. No sabemos si iremos hacia un mundo más justo o hacia la jungla de la destrucción. Pero el pronóstico es el mismo.
En la cumbre del G20, ¿se harán estas preguntas los líderes de las grandes potencias capitalistas, Barack Obama, Angela Merkel, Francois Hollande y Theresa May?
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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