En aquel momento, el Departamento de Estado de EEUU aseguró a las autoridades islandesas que las armas nucleares "nunca serán ubicadas en el país". Sin embargo, a pesar de todas las garantías, Washington no renunció a la posibilidad de llevar a cabo este plan "en caso de necesidad".
La lógica de la Guerra Fría implicaba que los misiles nucleares tenían que estar instalados bastante cerca de las fronteras del enemigo, para representar "una amenaza tangible".
La base aérea islandesa de Keflavík se encuentra a una distancia de aproximadamente 3.000 kilómetros de Moscú —un trecho que pueden cubrir fácilmente los bombarderos estadounidenses B-52 y B-58 Hustler—.
En los años 80, de conformidad con una directiva secreta del presidente Richard Nixon, Islandia pasó a ser considerada 'un territorio favorable' para el despliegue de armamento nuclear estadounidense en caso de guerra.
"El Gobierno de EEUU, finalmente, no se atrevió a enviar estas armas a Islandia, pero esta posibilidad estuvo sobre la mesa y esto es algo que no se puede omitir", subrayó la publicación.