Esta actividad solar inhabilitó a la vez tres radares estadounidenses, ubicados cerca del Polo Norte. Cuando el presidente Lyndon Johnson estaba a punto de alertar a las fuerzas nucleares, los científicos del Centro previnieron la catástrofe.
"¿Fue imprescindible la guerra? Se sabe que las decisiones de este tipo se tomaban en un plazo que varía desde unos pocos minutos, hasta decenas de horas. De manera que la información llegó en un momento adecuado", argumenta la autora del artículo, Delores Knipp, profesora de la Universidad de Colorado.
El coronel retirado Arnold Snyder, quien se encargaba de las predicciones, evoca el momento, cuando desde el comando central le solicitaron información acerca de la actividad solar:
"Recuerdo muy bien mi respuesta y la emoción. Sí, el Sol está ardiendo dije, y luego conté los detalles más tranquilamente".
Este tipo de actividad implica que desde el Sol se emite una alta radiación ultravioleta y de rayos X, así como plasma que, de tocar la ionosfera de la Tierra, causan fuertes pulsos electromagnéticos capaces de inhabilitar dispositivos electrónicos, se explica en el artículo.
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Tan pronto como la actividad solar se calmó, se acabaron las interferencias que silenciaban los radares estadounidenses.
En 40 horas, la tormenta geomagnética cubrió la Tierra, provocando una aurora boreal que se pudo observar incluso desde Nuevo México durante toda una semana.