Después de estudiar Artes Visuales en su país, Ogando empezó a trabajar no solo en el mundo del arte, sino también en el periodismo, en archivos y como activista. Actualmente es jefe de redacción de la revista GROUND, en Berlín.
Sputnik aprovechó la oportunidad para conversar con Ogando acerca del arte latinoamericano, de su instalación interactiva para la Bienal de Moscú y del futuro del arte contemporáneo.
¿Qué opinas de la participación de varios artistas latinoamericanos en la Bienal de Moscú? Muchos de estos creadores residen o estudian en Europa, ¿crees que es una emigración voluntaria u opcional? ¿Cómo ves el arte latinoamericano en relación con Europa?
El caso de no ver mucha diversidad en el panorama europeo no es cuestión de que se haga mejor en Europa o peor en América Latina. Es simplemente cómo Europa es percibida. Desde que entré en educación artística, he conocido múltiples formas y lenguajes en centros 'remotos' como Chile, Brasil —promoviendo el body-art y el arte de acción—, en México y en otros lugares de América que ni siquiera yo podría pronunciar correctamente. Igualmente, en el Caribe está la Bienal de la Habana y en República Dominicana se celebran dos bienales. De nuevo, en muchos casos es cuestión de accesos y recursos más que de formación o capacidad lo que posibilita la visibilidad.
Cuéntanos un poco de tu trabajo: lo que has hecho anteriormente, aquello que has traído a la Bienal y los planes que tienes de cara al futuro…
Mi anterior proyecto fue para la cuarta Ghetto Biennale, que tuvo lugar en Grand Rue, Puerto Príncipe y es una iniciativa de André Eugene y del colectivo Atis Rezistans. Presenté un altar para Ezili Dantor —una Loa o espíritu de la religión vudú—. Una colaboración dominico-haitiana entre el contratenor David Etienne, el compositor Sunil Mejía Camilo y yo.
La pieza que presento en la bienal es RA: 06h 45m 08.9s, dec: —16° 42' 58", léase: ascensión recta seis horas, cuarenta y cinco minutos, nueve segundos, declinación menos 16 grados, cuarenta y dos minutos, cincuenta y ocho segundos. Es una instalación a modo de archivo, cuyo eje principal es la figura de Credo Mutwa —chamán Zulú, Sudáfrica— y sus teorías. El título es la coordenada ecuatorial de la estrella Sirius: la matriz de un buen cuerpo de ideas que circulan desde hace un buen tiempo en forma de mitos, leyendas y, más recientemente, como fenómeno de las teorías conspiratorias.
El futuro… Lo que tengo en agenda son los proyectos con el Instituto de Teorías Queer en Berlín, el cual apenas recién celebra su décimo aniversario y al cual he entrado este año.
¿Cuál crees que es el futuro del arte contemporáneo?
Y, finalmente, ¿cuál es tu relación con Rusia y qué impresión te llevas después de tu visita a la Bienal?
Personalmente, creo que es un poco rudo reducir una población a una categoría. Trabajando como jefe de redacción para la editorial GROUND tengo que comunicarme con artistas de diferentes nacionalidades de manera singular. Lo que quiero decir es que mi experiencia con personas rusas ha sido diversa, así como la gente es normalmente.
Mi experiencia con la curaduría y la comisión de la Bienal de Moscú para arte joven fue gratamente profesional, pero, como se dice normalmente, 'it takes two to tango' —se necesitan dos para bailar un tango—, una buena comunicación profesional demanda sensibilidad.