Sputnik ha tenido la oportunidad de conversar con Paul Rosero Contreras sobre el arte contemporáneo en su país natal, su filosofía como artista, el futuro del arte contemporáneo y la influencia de Pedro el Grande en su trabajo.
¿Qué opinas de la participación de varios artistas latinoamericanos en la Bienal de Moscú? Muchos de estos creadores residen o estudian en Europa, ¿crees que es una emigración voluntaria u opcional? ¿Cómo ves el arte latinoamericano en relación con Europa?
Las respuestas que daré son personales y de ninguna manera buscan dar cuenta de una generalidad. En mi caso, yo he tenido la oportunidad de estudiar en América del Sur, Europa y Estados Unidos; y he hecho esto con un objetivo definido. Este responde a la idea de construir una visión ampliada sobre los distintos tipos de conocimiento que se desarrollan en varias latitudes y que la geografía puede influenciar. Para mí es importante mixtificar los estadios de investigación y, por ello, busqué las vías para poder estudiar en distintos continentes. Es evidente que esto ha pesado en mi forma de pensar y en mi obra.
Considero que en Latinoamérica hay escuelas de gran nivel y que eso de la 'emigración voluntaria' responde no solo a los niveles de educación, sino al mismo hecho de que la historia del arte es la historia del arte occidental. Esto suele engañar a los artistas, inclinándolos hacia la necesidad de vivir en alguna capital europea o una ciudad donde el mercado del arte es más activo. Sin embargo, hay temas como el del apoyo institucional o gubernamental para proyectos culturales que efectivamente pueden marcar diferencias claras. En este sentido, podemos hablar de lo que llamas 'crecimiento artístico' en cuanto a la posibilidad de producir proyectos más ambiciosos en estricta relación a la capacidad de producción.
¿Cuál es la filosofía de tu trabajo como artista?
¿Y el trabajo que trajiste a la Bienal de Moscú?
El proyecto que traje a Moscú, titulado Wave —Ola— es un trabajo que empecé hace 3 años. Es una investigación que se levanta sobre una clave poshumanista para conseguir una dislocación de la mirada antropocéntrica. Así, utilizo conceptos como el de la colaboración 'interespecies' y el 'mounstrosismo' para provocar preguntas en el público sobre su propia posición en el mundo.
Esta instalación está compuesta por dos procesos: el primero presenta la fabricación de una escultura biológica por una colonia de gusanos de seda Bombyx mori. El segundo, es una amplificación del fenómeno de la producción de seda. Cuando las glándulas de los gusanos adultos se abren y dejan salir una sustancia viscosa que al contacto con el oxígeno se convierte en un delgado hilo. Este es el fundamento de todos los textiles de seda y es también el inicio del intercambio comercial, filosófico y religioso entre lo que llamamos Oriente y Occidente.
La especie Bombyx mori es un organismo genéticamente modificado. Es un animal que no nace ni se desarrolla en el entorno 'natural', sino que es dependiente del humano. Mitad artificial, mitad biológico, me interesa porque ha sido parte de la historia de la humanidad por más de 5.000 años y nos deja ver la extrema manipulación que el humano ha ejecutado y ejecuta sobre otras especies y sobre el planeta mismo. Además, este gusano encarna una paradoja. Es utilizado en las escuelas primarias para enseñar sobre el ciclo de vida de los insectos, aun cuando es un organismo híbrido.
¿Cuál es la situación del arte contemporáneo en Ecuador desde tu perspectiva?
El arte contemporáneo en el Ecuador tiene un buen nivel. Hay artistas serios que han desarrollado proyectos de gran calidad y profundidad. Sin embargo, no son muchos. Y volviendo a tu pregunta inicial, la mayoría de ellos ha elegido salir del país a buscar una vida de artista profesional en el extranjero. Yo intento todo lo contrario. Busco que los agentes involucrados en la escena internacional vayan a buscarnos a nosotros sin visiones exóticas sobre el territorio, sino basados en el trabajo mismo que hacemos. Siento que después de esta Bienal se intensificará y que esto traerá oportunidades para artistas locales aún por descubrir.
En Ecuador existen algunas instituciones que han creado medios de apoyo a proyectos culturales y artísticos. El Premio Nacional Nuevo Mariano Aguilera, es uno de ellos. Esta es una beca de producción a diez proyectos presentados en papel que, después de casi un año de desarrollo, se presentan en una exposición general. Justamente, tuve la oportunidad de conseguir una de esas becas y el día que viajé a Moscú se inauguró la exposición en Quito. Los proyectos presentados recibieron 10.000 dólares para su realización y son una muestra que deja ver una parte interesante de la producción local.
Por otro lado, lamentablemente Ecuador vive aún una inestabilidad política constante que ubica al campo cultural entre los primeros nichos afectados por falta de políticas claras. Desde hace varios años se ha prorrogado la discusión sobre una ley de cultura que hemos analizado, interpelado y repensado colectivamente, pero que hasta la fecha no tiene desenlace.
¿Cuál crees que es el futuro del arte contemporáneo?
Yo creo que el arte en general debe apuntar a convertirse en filosofía. Para mí, el trabajo artístico es una labor de producción de pensamiento. Esto es independiente del uso de medios o tecnologías, y muy aparte de las formas o formalizaciones que tienen las ideas. Creo que el camino está relacionado a la experimentación más que a la aceptación de lo que funciona en el mercado o a aquello que tiene acogida momentánea.
La tecnología tiene siempre una ideología detrás que tanto artistas como público en general suelen pasar por alto. La tecnología puede ser traicionera y derivar en una nueva necesidad para las personas. Las grandes empresas venden nuevas necesidades y la gente no se detiene a pensar en ello. Esto, de alguna manera, también se manifiesta en procesos estéticos que utilizan medios tecnológicos de manera simple y directa, haciendo alusión a corrientes temporales que ponen énfasis en la forma y no en los conceptos.
En este sentido, el enemigo más grande de la tecnología es el tiempo. Basta dejar pasar unos meses para darse cuenta que eso que llamamos 'nuevos medios' son también formas de capitalismo a las que debemos contrarrestar.
Y, finalmente, ¿cuál es tu relación con Rusia?
El Zar Pedro I en 1718 hizo un llamado público para que la gente recolectara animales, humanos y aves con malformaciones en toda Rusia. En un intento por combatir el prejuicio, esa colección se convertiría en el primer museo público con fines educativos, bajo el nombre de Kunstkamera, en San Petersburgo. El museo reunía principalmente una colección de criaturas como cíclopes, siameses, fetos, y organismos extraños y desconocidos para la época. La idea que detona la conformación de este muestrario fue la de acercar a la gente a las variadas formas que la vida tiene para manifestarse, y así, desbaratar la idea de repugnancia, asco y otredad que Pedro I consideraba ignorancia.
Al trabajar con gusanos o insectos en general en mis proyectos, yo he tenido que lidiar constantemente con esta misma reacción. La gente suele tener asco de los insectos por el desconocimiento que tiene sobre ellos. Esto finalmente se traduce en mi trabajo como una búsqueda de quiebres dentro de la percepción humana. ¿Cómo construimos nuestra mirada sobre las especies y las cosas? ¿Cuánto pesa la cultura dentro de esa construcción?
Por otro lado, el gusano de seda domesticado deriva del gusano de seda salvaje Bombyx mandarina, que podía encontrarse en un rango que va desde el norte de la India, al norte de China, Corea, Japón y las regiones del este de Rusia. Esto siempre me atrajo y, de hecho, en este momento me encuentro cerca del mar Negro realizando dos proyectos. Uno tiene que ver con una ficticia búsqueda de ese gusano salvaje que es una especie de primo mayor del gusano con el que trabajo. La metáfora gira entorno a la idea del eterno retorno. El segundo proyecto es una comisión para la colección Thyssen-Bornemisza Art Contemporary y se presentará en agosto en la exposición Atopía en el Centro Cultural Metropolitano de Quito.