En la última década la llegada de extranjeros se aceleró, revelando problemas de integración y racismo en este país rioplatense.
En 2009 se rompió una tendencia de cinco décadas y por primera vez fueron más las personas que entraron a Uruguay que aquellas que abandonaron el país.
A su vez, el país vivió dos éxodos en las últimas décadas: uno a mediados de los años 70 a raíz de la dictadura cívico-militar que se prolongó desde 1973 a 1985, y otra a partir del 2000, debido a la crisis económica.
A falta de estadísticas recientes, datos del último censo indican que en Uruguay viven 77.033 inmigrantes, un 2,4 por ciento del total de la población.
De esa cifra 18.000 llegaron a partir de 2006, una situación patente en las calles de ciudades como la capital, Montevideo, donde cada vez se escuchan más acentos diferentes.
El derecho de piso a la uruguaya
Uruguay puede presumir de una estabilidad política y social que permite alcanzar una tranquilidad difícil de conseguir en otros países de América Latina, factores que también pesan en la elección de los nuevos migrantes.
Con un buen nivel educativo, las mejores cifras de reparto de riqueza de América Latina y los menores efectos de la corrupción y la violencia, los uruguayos han sentido el impacto de esta nueva ola inmigratoria.
Daysi Tavárez, procedente de República Dominicana, llegó a Uruguay en 2014 y actualmente trabaja como empleada doméstica a pesar de tener una licenciatura universitaria.
"Veo que otros compatriotas que son farmacéuticos, mecánicos o profesores solo tienen oportunidad de dedicarse a la limpieza o la seguridad", explica.
"Vemos que quienes son más oscuros de piel, tienen mayores dificultades para acceder al trabajo", dice la antropóloga Pilar Uriarte, de la Universidad de la República, en referencia a la situación de los dominicanos.
"Independientemente de su formación, ocupan los lugares más bajos del mercado laboral: seguridad, limpieza, carga y descarga", añade la antropóloga que trabaja con poblaciones inmigrantes, y la situación empeora para los africanos, quienes "están en un escalafón aún más bajo", como los turnos de noche en la limpieza de fábricas que procesan alimentos.
"Da igual que un dominicano tenga un título de ingeniero: no hay un ascenso social; si bien se establecen en términos familiares, siguen recluidos en los escalafones más bajos del mercado laboral, independientemente del tiempo que lleven aquí, de la capacitación, de la capacidad de trabajo, es algo que está muy vinculado al fenotipo", precisa.
Sin embargo, no hay cifras que respalden esta impresión.
Los europeos con ventaja
La situación es distinta para otros colectivos de inmigrantes como los procedentes de Europa.
Si bien para los europeos, especialmente españoles, tampoco es fácil hacerse un hueco en el mercado laboral uruguayo, por lo general no se cuestiona la validez de su preparación académica.
"Hay personas que vienen contratadas por empresas internacionales, otras tienen becas y otras vienen sin nada, cada caso es distinto, pero no se suele cuestionar ni la validez ni la formación de las personas procedentes de España, aunque para determinados puestos se requieren trámites muy largos de convalidación o que no llegan a concretarse", señala Sonia Camallonga, educadora social en Uruguay e integrante de la red trasnacional de emigrantes españoles "Marea Granate".
Acreditar los conocimientos no es fácil para ningún extranjero, sea europeo o de otra procedencia, porque Uruguay no tiene un sistema actualizado para convalidar estudios y carreras de terceros países, excepto los del Mercosur.
Cuando un inmigrante se lanza a esos trámites comprueba que no hay ni plazos ni requerimientos claramente establecidos y empieza a sufrir en carne propia el criticado "derecho de piso".
*Este artículo es parte de un reportaje realizado en el marco del taller en línea sobre discriminación de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).
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