La presidenta calificó de "usurpador" al vicepresidente, Michel Temer, que de prosperar la campaña de destitución y asumir el poder, se apropiaría de todas las ganancias de los programas sociales, defendió la dirigente.
En su discurso, Dilma Rousseff rechazó todas las acusaciones de corrupción, subrayando que el ser una política limpia la diferencia "del resto de los dirigentes políticos investigados".
"No tengo cuentas en el exterior. Jamás utilicé recursos públicos para asuntos propios, nunca usé dinero del pueblo brasileño", "Nunca recibí sobornos y tampoco fui acusada de corrupción", agregó.
A pesar de todo, la mandataria resaltó que "luchará hasta el final":
"Voy a resistir este golpe de Estado, que es un golpe contra las políticas sociales".
La Cámara baja del Parlamento brasileño votó a favor de continuar el proceso de destitución contra la dirigente, acusada de haber violado leyes fiscales y de manipular los fondos públicos. El asunto en poco tiempo será examinado por el Senado. Si más de 41 senadores se muestran favorables a la destitución, Rousseff tendrá que dejar el cargo en un plazo de 180 días.