Washington rechazó, el 19 de febrero, el proyecto de resolución preparado por Rusia para el Consejo de Seguridad de la ONU con el fin de evitar una invasión turca en territorio sirio. Esta acción del Gobierno de Obama da en efecto, luz verde a Ankara a iniciar una operación terrestre en Siria.
"Se indica que la administración de Obama piensa que las tropas terrestres turcas pueden jugar un papel importante en el resultado del conflicto que los EEUU aún están decididos a ganar. Recuerde que si la resolución hubiera sido aprobada, la amenaza de la incursión turca habría desaparecido de inmediato", escribe Whitney en su análisis para CounterPunch.org, subrayando que la anulación de la resolución señala con toda claridad que Washington no busca la paz en Siria.
Mientras tanto, Ankara sigue haciendo una guerra encubierta contra los kurdos sirios al bombardear las partes norteñas de Siria y al dar carta blanca a pasar la frontera turco-siria a los yihadistas sunitas, quienes luchan contra las Unidades kurdas de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo) y el Ejército Árabe Sirio.
Whitney hace hincapié en que Obama es plenamente consciente de la situación actual. A pesar de los reproches a Turquía por los bombardeos en el norte de Siria, Washington ha reconocido "el derecho a defenderse" de Turquía.
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"Esta cosa ya dice mucho sobre la duplicidad de los intentos de Washington", admite Whitney.
Según el periodista, hay algo muy sospechoso en el fomento por parte de Washington al belicismo de Ankara.
Por un lado, Washington está presionando de modo indirecto al impulsivo presidente Erdogan hacia un conflicto militar con Moscú y Damasco, molestando la exitosa operación ruso-siria. Por otro lado, la invasión podría empeorar las tensiones dentro de la misma Turquía.
"La invasión turca agravaría la división del país otomano, erosionando el control del poder por parte del presidente y al mismo tiempo creando vulnerabilidades que los EEUU podrían usar a través de sus agentes en el aparato militar turco o en la Organización de la Información Nacional (MIT)", añade Whitney.
"El último objetivo sería la organización de disturbios para estimular la revolución de colores que derrocaría al conflictivo Erdogan y daría paso a un golpe dirigido por Washington, situación parecida a la que la CIA ejecutó en Kiev", insiste el analista.
"Aunque los inteligentes rey Salmán y Erdogan estén seguros, que bajo el consentimiento de John Kerry, Joe Biden y todos en Washington, tienen luz verde para invadir Irak y Siria y ocupar sus muy ricos yacimientos de gas y petróleo, de hecho están al borde de caer en la trampa", opina Engdahl en su artículo para New Eastern Outlook.
Como resultado, "la trampa conducirá por primera vez, desde el secreto acuerdo Sykes-Picot, a un cambio fundamental en el mapa de Oriente Próximo", subraya el historiador.
Hay una razón para no confundir esta trampa con "una teoría de conspiración" más.
Aunque parezca increíble, fue la embajadora estadounidense para Irak, April Glaspie, quién autorizó a Huseín invadir Kuwait en 1990.
No obstante, "el Ejército iraquí no logró su objetivo antes del comienzo de la extensa campaña militar estadounidense —Operación Tormenta del Desierto- que hizo a Huseín retirar rápidamente a sus tropas por la Autopista de la muerte", cuenta el periodista, añadiendo que eso fue la primera fase en el plan de Washington para derribar al régimen de Huseín y reemplazarle con un títere prooccidental.
Parece que Erdogan tendrá el mismo destino.