La contaminación afectó a diez ciudades el viernes, a 18 el sábado y a 21 el sábado, según el Ministerio de Protección Medioambiental.
En Shenyang (capital de Liaoning) llegaron a registrase concentraciones de 1.400 microgramos por metro cúbico de PM2,5 (las partículas más pequeñas y dañinas porque entran directamente en los conductos respiratorios), lo que multiplica por 56 el nivel de 25 microgramos que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
La población de Dongbei (las tres provincias del noreste de China) cuelgan estos días fotografías donde apenas se distinguen los contornos entre un ubicuo magma gris y culpan a las autoridades de no haberles protegido contra la contaminación.
Las autoridades de Shenyang restringieron la actividad de industrias contaminantes el lunes, una decisión juzgada como tardía por muchos.
"Deberían mejorar el sistema de respuesta de emergencia con regulaciones más exactas", ha afirmado al diario China Daily.
La prensa local ha desvelado que se pospusieron medidas elementales como las advertencias a los ciudadanos o la detención de obras.
"Los gobiernos locales carecen de experiencia para frenar la contaminación grave y responder al descontento ciudadano", señala un editorial del diario Global Times, que sostiene que las autoridades aún están en periodo de aprendizaje.
No es raro que el inicio del invierno desencadene una ola contaminante en el norte del país, donde el frío es combatido con calefacción predominantemente basada en el carbón.
"Es un asunto espinoso tener que elegir entre quedarse en el frío o tener cielos limpios", señala.
El medioambiente se ha convertido en uno de los principales lamentos de la clase media china, que le pide al Gobierno un ecosistema menos hostil.
Pekín ha emprendido una ambiciosa política medioambiental pero las necesidades productivas de la segunda economía mundial lastran su avance.
China admitió que solo ocho de las 74 principales ciudades del país superaron los estándares nacionales de la calidad de aire en 2014.