Aunque su celebración se interpreta como un importante empujón diplomático, los días previos muestran las complicadas relaciones en el continente asiático.
China ha vuelto a exigir a Japón que afronte su pasado con honestidad: "Si la cuestión histórica es gestionada de forma apropiada, entonces las relaciones entre los tres países podrán progresar, pero en caso contrario, se atascarán", ha dicho el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, en un foro académico en Pekín.
"No es que China y Corea del Sur nos estemos aferrando a viejas deudas, sino que los tres países no podemos evitar nuestra historia común y ésta no puede ser ignorada", ha añadido.
Decenas de legisladores y tres ministros japoneses visitaron la semana pasada el templo de Yasukuni, donde están representadas las almas de una decena de militares japoneses sentenciados por crímenes de guerra.
A la reunión de Seúl acudirán el primer ministro Li Keqiang, la presidenta surcoreana, Park Geun-Hye, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe.
La diplomacia aún no ha confirmado que los dos últimos vayan a mantener al fin su primera reunión en privado, que ha sido rechazada repetidamente por Park debido al nacionalismo de Abe.
En Seúl molestan especialmente las opiniones relativistas sobre los miles de mujeres que fueron forzadas a prostituirse para satisfacer a las tropas imperialistas.
La diplomacia surcoreana había enviado una propuesta de reunión a Abe en lo que se entendía como el inicio del deshielo, pero Tokio ha aclarado hoy que aún no ha sido confirmada.
"Creo que estamos aún en proceso de coordinarla", ha respondido con frialdad Yoshihide Suga, portavoz del Ejecutivo.
La falta de sintonía entre Seúl y Tokyo frustra a Estados Unidos, que preferiría que sus principales aliados en la región hicieran un frente común contra China.