A lo largo de más de una hora de discurso, la presidenta ha usado la palabra respeto en varias ocasiones, remarcando que ella "pelea" hasta el momento de las elecciones, pero después respeta el resultado, y ha condenado por primera vez en público el atentado con una bomba casera que sufrió el Instituto Lula hace unos días.
"Nadie puede llamar diálogo a insultar a alguien. Lanzar una bomba no es diálogo", ha dicho, y ha reafirmado una vez más su voluntad de mantenerse en el cargo, recordando que entregará un país mejor el día que lo deje, el 31 de diciembre de 2018.
Rousseff ha sido aclamada por representantes de ocho entidades sociales próximas al Partido de los Trabajadores (PT), que la han recibido con gritos como "No habrá golpe", aunque también han proferido algunas proclamas contra su ministro de Economía y Hacienda, Joaquim Levy, de corte más liberal y considerado el brazo ejecutor de los recortes.

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Uno de los que se ha mostrado más duro ha sido el presidente de la Central Única de los Trabajadores (CUT), Wagner Freitas: "Saldremos a la calle con armas en la mano si intentan derribar a la presidenta Dilma Rousseff. Ante cualquier intento de golpe tendremos el ejército que se enfrentará a la burguesía en la calle", ha avisado.
El acto de este jueves es el segundo de esta semana en el que Rousseff se da un baño de masas con activistas afines, después de su encuentro el miércoles con la Marcha de las Margaritas; entonces hizo referencia a la letra de una canción del cantautor Lenine que hoy ha vuelto a usar y que resumir sus intenciones: "Me doblo pero no me rompo".