"Nadie me va a quitar la legitimidad que el voto me dio", ha dicho, pidiendo a la población trabajar a favor de la estabilidad.
En medio de una enorme crisis de popularidad y con crecientes amenazas de "impeachment" la presidenta ha pronunciado un discurso en la inauguración de viviendas de protección oficial en Boa Vista, capital del Estado de Roraima, en el que ha usado los términos más duros utilizados hasta ahora sobre la crisis política, aludiendo incluso a las torturas que sufrió cuando luchó como guerrillera durante la dictadura.
"Soy una persona que aguanto la presión, aguanto las amenazas. De hecho, sobreviví a grandes amenazas a mi propia vida. Brasil hoy es muy diferente de aquel Brasil en el que me tuve que enfrentar a las más terribles dificultades. Porque esto es una democracia y una democracia respeta sobre todo una cosa: la elección directa por el voto popular", ha dicho.
Rousseff ha repetido algunas de las consignas del anuncio que emitió anoche el partido de los Trabajadores (PT) y que provocó las caceroladas, y aunque ha reconocido que hay muchos brasileños sufriendo es precisamente por este motivo que ha prometido seguir trabajando "los próximos meses y años" de su mandato.