En concreto, la previsión inicial del Gobierno de Dilma Rousseff de conseguir un ahorro de 66.300 millones de reales (unos 20.527 millones de dólares), equivalente al 1,1 por ciento del PIB de Brasil, pasó a unos discretos 8.747 millones de reales (2.709 millones de dólares) como meta del superávit fiscal en el presente año.
Una clara muestra de las dificultades de recaudación ante el parón económico de la crisis, como confirmó el ministro de Planeamiento, Nelson Barbosa, quien reconoció que "tras revisar las cuentas, descubrimos que los ingresos líquidos del Gobierno en el presente año serán 46.700 millones de reales (14.458 millones de dólares)".
Por su parte, el ministro Levy, quien es apodado coloquialmente "manostijeras" en Brasilia, explicó que "el Gobierno ha cortado en la carne", una expresión brasileña que sugiere "sacrificio" o "esfuerzo extremo", y añadió que "el objetivo es disminuir la incertidumbre de la economía al anunciar una meta que consideramos alcanzable y segura".
En total, desde la llegada de Levy como ministro de Economía y Hacienda el pasado mes de enero, al comenzar el segundo mandato de la presidenta Rousseff, los recortes del gasto público en el país ascendieron a 79.400 millones de reales (unos 24.582 millones de dólares).
Además, por primera vez, el equipo económico de Gobierno de Rousseff habló directamente de una previsión de la inflación en torno al 9% para 2015, por tanto, muy por encima del límite teórico del 6,5% fijado a principios de año y en consonancia con las previsiones del Banco Central de Brasil y el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) que hablaron de un 9,25% esta semana.