Además de preocuparse por la crítica situación en Grecia, el drama de la inmigración o el terrorismo islamista, entre otros asuntos de gravedad, los altos funcionarios de Bruselas que se ocupan de la política exterior tienen tiempo para estudiar cómo se frena el éxito en el extranjero de la información generada por los medios estatales rusos.
La unidad que se encargará de promover los valores de la UE se centrará especialmente en seis países de sus vecinos del Este: Ucrania, Georgia, Moldavia, Armenia, Bielorrusia y, por supuesto, Rusia. Parece diluirse la idea de crear canales de televisión para contrarrestar la influencia de Russia Today y otros canales de televisión rusos con los que los operadores de cable hacen negocio en territorios europeos y de otros continentes.
¿Propaganda contra propaganda?
Ciertos países, como Lituania, Estonia o Dinamarca, apoyados por los británicos (autoproclamados campeones de la objetividad), se empeñaban en la opción televisiva. Otras voces señalaron que no se puede luchar contra la propaganda haciendo propaganda. ¿De qué se trata entonces? ¿Qué es propaganda y qué es información? Pongámonos en la posición ideal para ser tachados de cinismo.
Grandes y medianas potencias mundiales han montado, con el dinero de sus contribuyentes, televisiones y otros medios de información para ofrecer al mundo el punto de vista de esos países (es decir, los gobiernos de turno) sobre la actualidad nacional y mundial. Y los puntos de vista, claro, son divergentes.
En cuanto a Estados Unidos, además de la financiación de medios como la multilingüe La Voz de América o Radio Free Europe, cuenta con el apoyo fiel de la independiente y privada CNN, a la que críticos locales no dudan en señalar como pro- Casa Blanca, cuando cualquier crisis internacional afecta a los intereses norteamericanos (casi siempre).
Los periodistas estadounidenses son tan independientes que incluso pueden seguir siéndolo en el extranjero, como Larry King, la estrella de la CNN que decidió aceptar la propuesta de trabajar para el ‘adversario ruso', en el actual enemigo público número uno de los periodistas independientes internacionales, Russia Today.
Ahora, uno de los argumentos de los responsables de los «medios de propaganda» kremlinianos es el mismo: ofrecer otra versión de la actualidad, otro punto de vista. Es lo que parece escocer a ciertos políticos de la Europa ampliada al Este; que esa otra versión de la supuesta realidad tiene muchos adeptos en ciertos países europeos. Para otros críticos, nada sospechosos de ser agentes del agit-prop ruso, el problema no está en que Russia Today gane audiencia. Si lo hace es porque existe una necesidad de contar con un punto de vista alternativo. Para los mismos críticos, si los medios rusos conquistan «las mentes y los corazones» de muchos europeos, es también porque la información ofrecida por la mayoría de los periodistas occidentales es uniforme y sin matices.
La UE: entre Leni Riefenstahl y Conchita Wurst
Siguiendo con esta confesión de cinismo asumido, habría que señalar que ningún Estado o gobierno crea y paga un medio de información para dejarlo en manos de su enemigo. Todos los medios públicos son criticados por la oposición a los gobiernos en plaza. Todos los gobiernos en plaza utilizan esos medios para su propaganda. Todos los gobiernos intentan influir en los periodistas de medios públicos o privados.
Preocuparse por la influencia política de los medios cuando cualquier canal internacional es seguido por minorías que ya tienen un cierto interés en estar informadas y, por lo tanto, acuden a varias fuentes, parece algo exagerado. Si algunos líderes europeos creen que Ucrania está perdiendo la guerra informativa con Rusia en la UE no será porque los medios de los principales países europeos y occidentales no hayan criticado en su mayoría la posición del Kremlin.
Los responsables de la comunicación de la Unión Europea buscan desde hace décadas a su Leni Riefenstahl, en ello llevan invertidos cientos de millones de euros. Ahora quieren vender los valores comunitarios a una audiencia susceptible de caer en las trampas informativas rusas. Hace años que lo intentan también entre los ciudadanos de sus propios países. Pero la comunicación de la UE no llega a cuajar. Analizar las razones nos llevaría a escribir una tesis doctoral sin estar convencidos de llegar a la clave del problema.
En todo caso, un poco más de sensibilidad y conocimiento de los valores del prójimo no les vendría mal. Que el softpower de los europeos occidentales erija — con todos los respetos para ella — a Conchita Wurst como icono de sus valores, no puede ser entendido en otros lugares más que como una imposición de una visión del mundo que otras sociedades no tienen por qué imitar a la fuerza. El mensaje pude ser legítimo y bienintencionado. El medio quizá no sea el más adecuado. Es solo un ejemplo.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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