"Desearía volver a aquella noche del 26 de septiembre pero con un arma en la mano", fusila con voz firme el superviviente de la masacre que desveló al mundo el oscuro dominio del narcotráfico y la corrupción en México.
En aquella fatídica fecha, 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, regresaban en una autobús tras participar de un acto benéfico en la ciudad de Iguala, estado de Guerrero, cuando desaparecieron entre los disparos de policías y militares. Hasta el día de hoy sus cuerpos jamás fueron recuperados y el Gobierno mexicano, que culpó al alcalde del Iguala y el narcotráfico de la región, ha dado el asunto por zanjado.
Con la mirada encendida, la de alguien que miró a la muerte sin agachar la cabeza, Francisco recuerda el momento: "Aquel día nos llenó de dolor pero también de rabia. Rabia al ver cómo municipales y federales nos disparaban mientras les gritábamos que éramos estudiantes, gente inocente de Ayotzinapa no delincuentes o narcotraficantes. ¿Cual fue nuestro delito?".
Aquella rabia contenida fue la que, a la postre, le llevó a recorrer seis ciudades de Argentina, Uruguay y Brasil como parte de la "Caravana 43", una iniciativa fruto del Festival de las Resistencias y Rebeldías Contra el Capitalismo organizado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
"Si sobreviví es para gritar contra la injusticia y lo haré hasta el fin de mis días. Donde me encuentre denunciaré a las autoridades mexicanas, como son, como actúan", insiste un joven que, hasta hace poco, jamás podría imaginar que su lucha le llevaría hasta Río de Janeiro.
La presencia de la Caravana 43 en Río de Janeiro, en la que además de Francisco participan Mario César González, Hilda Hernández y Hilda Legideño, todos ellos familiares de estudiantes desaparecidos en la masacre, es un símbolo. Un símbolo de la lucha de los oprimidos en Latinoamérica, de la lucha contra el olvido, contra la impunidad en tantos países de este rincón del mundo.
"No solo el pueblo mexicano ha sufrido, aquí también hubieron detenciones forzadas. Por eso venimos a Sudamérica, a Argentina porque sabemos que sufrieron la dictadura, a Uruguay, a Brasil", recuerda Francisco quien se lleva, en su equipaje de retorno a México, las memorias vividas junto a familiares de desaparecidos en Córdoba, Rosario, Buenos Aire, Montevideo, Porto Alegre y Sao Paulo.
Por momentos, el discurso de Francisco adquiere tintes revolucionarios, pero la lógica aplastante de sus palabras no admite objeción.
"Si no nos organizamos como hermanos latinoamericanos no vamos a hacer nada", dice y añade que el pueblo de México debe despertar.
Los más de 30.000 desaparecidos y 300.000 muertos en la última década en México avalan su discurso, el que pretende denunciar la "Caravana 43".
Con un acto frente al Consulado de México en Río de Janeiro, Francisco y los demás miembros de la "Caravana 43" pusieron punto final a su viaje por Sudamérica pero no a su lucha.
El viaje, la convivencia con personas de toda Sudamérica en su misma situación y sus relatos de injusticia y abandono han calado hondo entre los participantes de esta caravana contra el olvido.
El que partió de México como estudiante, vuelve de este viaje convertido en maestro. Francisco tiene la lección de su bien vida aprendida: "Quien quiera vivir con miedo y rezando a dios para que no le pase nada allá él. Yo creo en Dios y en la Virgen, pero no voy a hincar las rodillas para rezar que no me maten. Lucharé hasta que no pueda más".